La izquierda independiente y la hegemonía peronista. De John William Cooke a Emilio Pérsico

Por Guillermo Iturbide

En estos días está circulando una foto donde Itai Hagman de Marea Popular, y Bertoldi, un representante del Frente Popular Darío Santillán – Corriente Nacional asisten a un congreso del Movimiento Evita. No es ninguna novedad que este espacio de la llamada «izquierda independiente» tiene buenas relaciones con sectores del kirchnerismo, con el Movimiento Evita en particular.

Congreso del Movimiento Evita, 17/11/2013. Emilio Pérsico hablando. En primera fila, a la derecha de la tarima de Pérsico, están Itai Hagman, reciente candidato a diputado por Capital Federal de Marea Popular, y Bertoldi del FPDS-CN

No obstante, este sector insiste en considerarse, precisamente, «independiente», como equidistante del kirchnerismo orgánico por un lado, y de la izquierda por el otro, particularmente de la trotskista, que hoy forma parte del FIT.

Emilio Pérsico y Néstor Kirchner

Este espacio tuvo una participación desteñida en las últimas elecciones donde se presentó sólo localizadamente y sin una referencia nacional ni ideológica clara. Por el contrario, el Frente de Izquierda conquistó un millón doscientos mil votos y tres diputados nacionales, amén de otros cargos legislativos en varias provincias. Ya pasado octubre, la estrategia de este espacio parece apuntar hacia la recomposición de un espacio de centroizquierda, que reagrupe a sectores que hoy en parte militan en el kirchnerismo, (aunque sin desdeñar al otro sector, que ronda en los márgenes del polo burgués «sojero», como los ex-pinosolanistas y ex-FAP ligados a Claudio Lozano, Víctor De Gennaro, etc.)

El acercamiento a organizaciones kirchneristas tiene también su intento de sustento teórico. A propósito de esto, en estos días nos encontramos con un trabajo de Miguel Mazzeo de hace un tiempo. Se trata de un artículo sobre el 45 aniversario de la muerte de John William Cooke. Este artículo es un ensayo que intenta ser una especie de filiación de esta corriente de la llamada «izquierda independiente» con quien fuera el principal referente de lo que en los 60 y (posterior a su muerte) en los 70, se conociera como «peronismo alternativo»: la corriente más a la izquierda que surgió dentro del peronismo y que buscaba ser una alternativa más radical a la propia Tendencia orientada por Montoneros. Mazzeo considera a Cooke «un hereje entre dos iglesias», las cuales serían, por un lado, el propio peronismo (discutiendo hoy con la apropiación que hace el kirchnerismo) y la izquierda marxista. Busca ubicarlo como un figura políticamente independiente de ambos, con la cual poder referenciar a su propio espacio político y situarlo «independientemente» de ambos en la actualidad.

John William Cooke

Cooke y el peronismo

Mazzeo hace una crítica a la reivindicación peronista de Cooke. Plantea que es muy difícil de asimilarlo sin más a este movimiento. En la última década de su vida, Cooke toma contacto con la revolución cubana y progresivamente se va tornando una figura “incómoda” para el aparato peronista y su líder. Cooke en los ’60 verá un vibrante movimiento obrero que resiste a los distintos regímenes de la Libertadora con métodos radicalizados. Este movimiento obrero lucha por la vuelta de Perón. Sin embargo, el partido peronista es débil para contenerlo, y el peronismo se encarna fundamentalmente en los sindicatos. Así se irán perfilando en los ’60 las dos grandes alas del peronismo que, posteriormente a la muerte de Cooke, en los 70 tomarán una forma nítida: una izquierda peronista basada en los estamentos más de base del movimiento obrero y la pequeñoburguesía radicalizada, y una derecha del mismo movimiento, basada en la burocracia sindical y parte del aparato del PJ. Cooke irá planteando una oposición entre el “movimiento” peronista, donde se expresaban las tendencias radicalizadas, y el PJ. Apostaba a una radicalización del movimiento obrero peronista hacia el socialismo, desafiando a la derecha peronista encaramada en el aparato. Su evolución política se vio bruscamente truncada por su temprana muerte en 1968. En la década del ’70, el “cookismo” se expresará en el llamado “peronismo alternativo” (Peronismo de Base-FAP), que se planteaba como una alternativa a izquierda del sector dominado por Montoneros y sus colaterales. Plantearán una lucha por la “hegemonía obrera” contra lo que consideraban la dirección burguesa del propio peronismo, e incluso, como hizo el propio diputado Ortega Peña en 1974, durante el velatorio de los militantes del PST asesinados por la Triple A en Pacheco, denunciará al propio Perón como responsable del terrorismo estatal (esa denuncia pronto le costará la vida).

Cooke y la izquierda

Mazzeo continúa su artículo sobre Cooke atacando a la “izquierda dogmática”. Plantea que no puede reivindicar a Cooke como uno de los suyos por su “impura” adscripción al peronismo. En boca del espacio al que pertenece Mazzeo, hoy esa “izquierda dogmática” se refiere esencialmente al trotskismo y al Frente de Izquierda, ya que es el único sector político que mantiene un programa y una perspectiva de independencia de clase (ese el gran “dogma” que permanentemente ataca la izquierda “independiente”), opuesta tanto a los partidos patronales “sojeros” como al kirchnerismo.

Hay una grosera tergiversación de Cooke aquí. Éste criticaba a la “izquierda tradicional”, con lo cual se refería centralmente al viejo PC estalinista. Este partido había formado parte de la Unión Democrática con la oligarquía y la embajada yanqui, y en los ’60 se oponía a la revolución cubana en nombre la coexistencia pacífica de la URSS y el mundo capitalista.

El sentido del artículo de Mazzeo queda bien en claro cuando dice: “Cooke percibe las contradicciones del campo popular (en su tiempo reflejadas en el movimiento peronista), las tensiones entre lo hegemónico y lo contrahegemónico en ese mismo campo e intenta operar en la contradicción para saldarla a favor de los impulsos heréticos, potenciándolos. El revolucionario se instala siempre en el seno de esa contradicción. Cabalga en ella junto a lo que está en proceso de conformación. Aspira a la preforma. Se me ocurre que la identificación de esas tensiones puede verse como el primer paso para salirse de la mirada populista. Cooke busca en las prácticas del peronismo los elementos críticos del orden establecido. O sea, en Cooke, el peronismo resistente está en contra del otro peronismo. Es parte de otra tradición.

Para nosotros, la contradicción entre lo hegemónico y lo contrahegemónico dentro del peronismo de las que habla Mazzeo, reflejaban el choque entre la combatividad de la base obrera peronista, que con métodos radicalizados enfrentaba a la revolución libertadora, y el hecho de que todo eso, por la influencia y la dirección real del peronismo, estaba puesto en función de un objetivo limitado, como era la vuelta de Perón (que era vista como la condición para volver a las conquistas del movimiento obrero de 1945 o, más a la izquierda, para iniciar un movimiento de liberación nacional y social). Se trataba de las tendencias radicales que cuestionaban la propiedad privada y los límites de la conducción burguesa del peronismo. La tragedia de la «nueva» izquierda peronista radica en que hacía suya, a su manera, una antiguaya ideológica: la teoría maoísta del bloque de las cuatro clases y sus “contradicciones principales y secundarias”, donde de lo que se trata es de que la izquierda debe “manejar” las contradicciones entre los sectores burgueses y la clase obrera dentro del “movimiento nacional”, de manera de que los sectores radicales avancen, pero apostando a reformar este movimiento.

Pero esas tendencias que expresaba esa vanguardia combativa necesitaban romper con el marco del nacionalismo burgués para poder desarrollarse y llevarse hasta el final, en una perspectiva socialista. Espontáneamente la vanguardia desplegaba esas tendencias, pero necesitaba oponerle a la organización peronista una organización obrera revolucionaria independiente. Mazzeo reivindica los “desarrollos intersticiales” como su propia estrategia. Busca un apoyo en Cooke para reivindicar hoy un proyecto político de izquierda que pueda ubicarse equidistantemente tanto del peronismo como de una posición revolucionaria de independencia de clase, un no-lugar, una forma de hacerse el distraído con las lecciones de la lucha de clases de los ’70. Quienes pretendieron ubicarse en una posición similar, como Agustín Tosco, en realidad terminaron, (en su caso particular, por medio de su alianza con el PC), siendo un puente con la política de Montoneros, quienes a pesar del giro derechista del tercer gobierno peronista se negaban a romper con él.

La izquierda peronista apostó a una radicalización del peronismo como vía revolucionaria. En el caso de su variante más a la izquierda, como la del peronismo alternativo, lo hizo criticando y reconociendo todos los límites del peronismo. Las tendencias a la ruptura con el peronismo volvieron a mostrarse con toda su agudeza en las jornadas de junio y julio de 1975, pero el peronismo alternativo fue incapaz de construir una organización revolucionaria independiente que pudiera anticiparse a esos combates y preparar a la clase obrera contra un eventual enfrentamiento con su dirección peronista, que se dio en forma de guerra civil contra su vanguardia.

Una caricatura del cookismo

Sosopechamos que la reivindicación de los “espacios intersticiales” que hace Mazzeo, hoy es la preparación para repetir como farsa esa historia de los ’70, y transformando a Cooke en una caricatura, usarlo para confluir, por fuera del aparato del PJ, con parte del aparato de la “izquierda K” que pudiera llegar a quedar por fuera, o en la oposición, durante un eventual gobierno post-kirchnerista. De esa manera, la izquierda independiente podría terminar siendo una «ayuda», o una vía novedosa para reconstruir otra centroizquierda, aunque con un discurso aggiornado, que desde el ’83 hasta hoy tuvo sus antecedentes con el PI de la década del ’80 y luego el desastre del Frepaso.

Por último, adjudicarle a la izquierda trotskista un supuesto desprecio por la creatividad popular y por los impulsos creativos de las masas, es parte de ese discurso que necesita de caricaturas de la realidad para autojustificarse. La izquierda trotskista, en particular el PTS, es parte orgánica de un vibrante nuevo movimiento obrero que se organiza entre los sectores más precarizados en áreas estratégicas como la Zona Norte del Gran Buenos Aires (donde se encuentra en la dirección de 4 de las más importantes comisiones internas fabriles, y tiene delegados y presencia en muchas más, y en la dirección de sindicatos docentes, o de los ya legendarios ceramistas de Zanon y del SOECN en Neuquén, donde desde la banca obrera en la Legislatura provincial ocupada por nuestro compañero Raúl Godoy se organizó y co-dirigió el movimiento de trabajadores, ambientalistas, comunidades mapuches, estudiantes, etc. que se opusieron en las calles al acuerdo YPF-Chevron. Si eso es desprecio por la creatividad popular y por las organizaciones de base, nos preguntamos qué es lo que puede exhibir la izquierda independiente como un ejemplo distinto, ya que no se lo ha visto por ningún lado.

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La posición de Trotsky sobre el antisemitismo, el sionismo y las perspectivas de la cuestión judía – Mario Kessler

Publicamos este artículo de Mario Kessler, historiador alemán, autor de Sobre el antisemitismo y el socialismo. El trabajo que presentamos aquí está basado en el capítulo de ese libro dedicado a Trotsky, y apareció en la revista New Interventions, Vol.5 No.2, 1994. Hace poco tiempo, Kessler, junto a otros trece historiadores, dirigieron una protesta contra la editorial Suhrkamp para evitar que ésta publicara en alemán la biografía de Trotsky escrita por el sovietólogo británico Robert Service, por considerarla una obra injuriosa, calumniosa y desprovista de todo rigor científico.


En medio de una nueva ofensiva reaccionaria del Estado de Israel contra la Franja de Gaza y el derecho de autodeterminación del pueblo palestino, vuelven a agitarse los debates sobre la naturaleza tanto del estado como del proyecto sionista en su conjunto. Este trabajo puede servir para echar luz sobre las reflexiones de León Trotsky (él mismo de origen judío) sobre el tema, teniendo en cuenta que el revolucionario ruso trató sobre el problema en relación a la política revolucionaria hacia las nacionalidades en la abigarrada Rusia y Europa, y luego fue el primero en predecir el exterminio físico masivo de los judíos europeos bajo el régimen nazi. Por lo demás, Trotsky no alcanzó a ver consumado el proyecto sionista con la fundación del estado israelí pero predijo su tendencia cada vez más reaccionaria. Aunque no compartamos el conjunto de las opiniones de Kessler (particularmente su definición de la resistencia palestina a la colonización como simplemente “nacionalista” casi en iguales términos que el proyecto sionista), lo recomendamos.

Traducción especial para este sitio de Guillermo Crux.

La relevancia de Trotsky hoy.

El antisemitismo, el sionismo y la cuestión judía no constituyeron un tema central en los escritos de León Trotsky. Sin embargo, su actitud ante este problema es de importancia para el lector actual, con respecto a posiciones representativas dentro de la izquierda y a la preocupación de Trotsky por la cuestión nacional en general.(1)

La actitud de Trotsky sobre la cuestión judía era la de la mayoría de los revolucionarios judíos asimilados de Rusia, hacia el año 1900. Por esa época, predominaba la visión de que una transformación mundial del capitalismo hacia el socialismo, posible en un futuro no lejano, podría eliminar en Rusia (y en otros países de la «diáspora» judía) todas las barreras sociales que segregaban a judíos de no-judíos. El proceso de asimilación impuesto por el capitalismo debe alcanzar un nivel superior en una sociedad socialista, como parte de un proceso mundial de asimilación. Este proceso no debería excluir a ninguna nación. En consecuencia, Lenin consideraba la mejor integración posible de los judíos en las filas del movimiento socialista como un requisito previo y como parte de una política revolucionaria eficaz para resolver la cuestión judía.

Por el contrario, la Unión General de Trabajadores Judíos de Rusia, Polonia y Lituania (el Bund), negaba la posibilidad de una integración de los judíos de Europa Oriental por medio de la asimilación. Lo único factible sería el desarrollo nacional de los judíos, tanto dentro como fuera del movimiento obrero. Desde ese punto de vista, el Bund se oponía fuertemente al sionismo, incluso de forma aguda que otros socialdemócratas. Cabe señalar que no fue la concepción nacional del Bund en sí misma, sino la actitud separatista en cuanto a la organización del partido, la razón del conflicto con los bolcheviques y sobre todo con Lenin.(2) Estos diferentes puntos de vista se basaban en la concepción de que había que resolver la cuestión judía en los países donde vivían los judíos, no en Palestina. La emigración propuesta por los sionistas no podían sustituir la lucha por la emancipación de los judíos en sus respectivos países.

El sionismo

Todos los críticos socialistas del sionismo interpretan las diferencias fundamentales dentro del movimiento sionista hacia el año 1903 como la crisis decisiva del sionismo. En ese momento, el sexto congreso sionista en Basilea se caracterizó por profundas contradicciones existentes entre la mayoría de los participantes, que veían a Palestina como el único territorio donde se podía resolver la cuestión judía, y la minoría, que veía como alternativas al África Oriental Británica o a la Argentina. Al igual que los bundistas, (3) Trotsky pronosticaba la derrota final del sionismo. El 1° de enero de 1904 escribió en el órgano del partido, Iskra (La Chispa) que el santo y seña de una patria sionista había quedado expuesto como lo que era: el sueño reaccionario de un «aventurero sinvergüenza» (Herzl).(4) «Herzl prometió Palestina – pero no se la entregó [a los sionistas – MK] «. De hecho, el efecto de la propuesta del congreso sionista fue hundir al movimiento en una crisis de la que no pudo recuperarse. «Es imposible«, señaló Trotsky, «mantener vivo al sionismo por este tipo de engaños. El sionismo ha agotado su contenido miserable…. Decenas de conspiradores y cientos de ingenuos todavía pueden seguir apoyando las aventuras de Herzl, pero el sionismo como movimiento ya está condenado a perder todo su derecho a la existencia en el futuro.» Para Trotsky todo esto estaba «tan claro como el mediodía«.

Pero Trotsky predecía que una izquierda sionista encontraría inevitablemente su camino hacia las filas del movimiento revolucionario; por lo demás, el Bund se convertiría en su hogar político. Esta organización, a pesar de ser anti-sionista, se parecería cada vez más a los sionistas al destacar todos los asuntos judíos. Sería muy posible que el Bund heredara las ideas sionistas.

Casi noventa años después, vemos que esta predicción era errada. El Bund siguió siendo un ferviente crítico del sionismo. Trotsky no podía prever el hecho de que una futura izquierda sionista (en particular, una parte del Poale Zion) adoptaría la posición bundista anti-sionista y de «nacionalismo de la diáspora». La cuestión de si, en condiciones diferentes, el Bund debería haber hecho algunas concesiones al sionismo con el fin de absorber algunos sionistas desencantados sigue sin responderse. Pero en ese momento era casi impensable.

Stalin y el antisemitismo

Sólo tres décadas más tarde Trotsky le prestaría la misma atención al sionismo. Hasta ese entonces se vio involucrado algunas en problemas judíos: durante la revolución de 1905 (5), en el asunto Beilis (cuando un obrero judío fue acusado de un asesinato ritual en Kiev) en 1913 (6), y durante los disturbios antisemitas en Rumanía en ese mismo año.(7) Siendo comandante del Ejército Rojo, reprimió las actividades pogromistas durante la Guerra Civil (8), y siempre se opuso a los restos del viejo antisemitismo ruso y a la aparición de un nuevo antisemitismo soviético (9). Por ese motivo, se sintió abrumado cuando en 1926 se dio cuenta de los primeros indicios de que se tomaba en cuenta su propio origen judío, particularmente en las luchas al interior del partido. Parte de los procedimientos con que Stalin derrotó a la Oposición Unificada, fue visibilizar el hecho de que sus principales figuras eran judíos (10). En una carta a Bujarin, el 4 de marzo de 1926, Trotsky protestó contra el trasfondo antijudío de una campaña de rumores: ¿Es cierto, es posible, que en nuestro Partido, en Moscú, en las CÉLULAS OBRERAS, se lleve a cabo agitación antisemita con impunidad?(11)» Bujarin, aunque se sorprendió seriamente, no contestó. (12)

Tras las revueltas de agosto de 1929 en Palestina, y especialmente después de que el fascismo se estableció en Alemania, y con la nueva ola de emigración a Palestina, Trotsky se enfrentó a las nuevas dimensiones de la cuestión judía y con las diversas propuestas para solucionarla, incluyendo el sionismo. En febrero de 1934 concedió una entrevista al periódico trotskista norteamericano The Class Struggle.(13) Ante la pregunta de si los disturbios en Palestina, donde se enfrentaban militantes árabes y judíos, representaba un levantamiento de las masas trabajadoras oprimidas árabes, Trotsky respondió que no conocía lo suficiente del tema como para determinar hasta qué punto estaban presentes «elementos que luchan por la liberación nacional (antiimperialistas)» y en qué grado estaban involucrados «musulmanes reaccionarios y pogromistas antisemitas«.

También se le preguntó si el antisemitismo del fascismo alemán debería obligar a los comunistas a adoptar un enfoque diferente sobre la cuestión judía. Trotsky dijo que tanto el Estado fascista en Alemania, así como la lucha entre árabes y judíos volvían a mostrar con mucha claridad el principio de que la cuestión judía no se podía resolver en los marcos del capitalismo:

«Yo no sé si los judíos se reconstruirán como una nación. Sin embargo, no puede haber ninguna duda de que las condiciones materiales de la existencia de los judíos como una nación independiente sólo se podrán efectuar por medio de la revolución proletaria. No hay tal cosa en nuestro planeta como la idea de que uno tiene más derecho a la tierra que otro. El establecimiento de una base territorial para los judíos en Palestina o en cualquier otro país sólo es concebible con la migración de grandes masas humanas. Sólo un socialismo triunfante puede tomar esa tarea

Desfile de tropas de la Haganá, la principal formación militar sionista en Palestina en la década de 1930 y 1940

Trotsky añadió que «el callejón sin salida en el que se encuentran los judíos alemanes, así como el callejón sin salida en el que se encuentra el sionismo están inseparablemente ligados al callejón sin salida del capitalismo mundial, como un todo. Sólo cuando los trabajadores judíos vean claramente esta relación podrán evitar caer en el pesimismo y la desesperación«.

Trotsky en México

Después de su llegada a México en enero de 1937, Trotsky dio varias declaraciones sobre el sionismo, la cuestión de Palestina y los asuntos judíos en medio del crecimiento mundial del anti-semitismo. En una entrevista con varios corresponsales de la prensa judía, dijo que: «el conflicto entre los judíos y los árabes en Palestina adquiere un carácter cada vez más trágico y más amenazante. Yo no creo en absoluto que la cuestión judía se pueda resolver en el marco de la podredumbre del capitalismo y bajo el control del imperialismo británico» (14).

En julio de 1940, un mes antes de su asesinato, Trotsky advirtió, frente al giro crecientemente anti-sionista de la política de la administración británica en Palestina, que «el intento de resolver la cuestión judía a través de la migración de los judíos a Palestina hay que verlo como lo que es: una burla trágica al pueblo judío. Interesados en ganarse la simpatía de los árabes, que son más numerosos que los judíos, el gobierno británico ha alterado drásticamente su política hacia los judíos, y de hecho ha renunciado a su promesa de ayudarlos a encontrar su «hogar propio» en un país extranjero. El desarrollo futuro de los acontecimientos militares pueden llegar a convertir a Palestina en una trampa sangrienta para cientos de miles de judíos. Nunca se vio tan clara como hoy en día que la salvación del pueblo judío está ligada inseparablemente al derrocamiento del sistema capitalista» (15).

Durante el apogeo del terror estalinista en 1937, las esperanzas de Trotsky de una solución justa de la cuestión judía, al menos en la Unión Soviética, desaparecieron. En su ensayo «El Termidor y el antisemitismo», señaló que la burocracia, como la fuerza social más regresiva y reaccionario, se aprovecharía de los peores prejuicios, incluyendo el anti-semitismo. En la búsqueda de chivos expiatorios, la burocracia seguiría el camino de las Centurias Negras zaristas. En cuanto a los juicios-farsa y las campañas de represión, donde se resaltaban los nombres judíos de numerosas víctimas, Trotsky escribió: «No hay un sólo ejemplo en la historia en el que la reacción que sigue a un levantamiento revolucionario no venga acompañada por las pasiones chauvinistas más desenfrenadas, entre ellas el antisemitismo» (16).

Este ensayo permaneció inédito en vida de Trotsky, tal vez con el fin de evitar una ofensiva triunfal de propaganda nazi. Mucho mejor y mucho antes que cualquier otro escritor socialista (con la posible excepción de August Thalheimer) (17) Trotsky vio muy claramente la naturaleza de clase y la destrucción mortal del fascismo de Hitler.(18) Después de la llamada «Noche de los Cristales», señaló en un pasaje notable y conmovedor de una carta a los camaradas norteamericanos, el 22 de diciembre de 1938: «Se puede imaginar sin dificultad lo que les espera a los judíos ya desde el estallido de la próxima guerra mundial. Pero incluso sin guerra, el próximo desarrollo de la reacción mundial significará con certeza el exterminio físico de los judíos«(19).

Enfrentando al nazismo

Ya enfrentando al nazismo, Trotsky lo veía como un fenómeno que agitaba y reunía todas las fuerzas de la barbarie que acechaban bajo la delgada superficie de la sociedad de clases «civilizada». Tenía una extraordinaria visión de la barbarie que amenazaba con hundir Europa. Pero Trotsky no fue el único que buscaba una solución de lo que se llamó la cuestión judía en un contexto de transformación de la sociedad capitalista en socialista. Esto era desde mucho tiempo atrás el leitmotiv de todos los marxistas, incluyendo los que siguieron la línea estalinista de la Tercera Internacional.

La obra de referencia para el público lector de la Internacional Comunista fue, desde su publicación en 1931, el libro de Otto Heller Der Untergang des Judentums (La ruina del judaísmo). Su segunda edición alemana apareció inmediatamente antes de que los nazis tomaran el poder. Según Heller, el título, bastante extraño, se refiere a la desaparición del comerciante judío y todo lo relacionado con su existencia, que comenzó con la Revolución Francesa y la victoria del capitalismo en Occidente. Esto, a su vez, destruyó las condiciones para un estilo de vida judío separado. A falta de territorio, los judios no eran una nación dentro de los países donde vivían. En la Unión Soviética, todavía eran sin duda los herederos de una nacionalidad. La Unión Soviética no se opuso a su asimilación, ni los obligó a establecerse en una región compacta.

Sin embargo, en la península de Crimea, y también, especialmente, en Birobidzhán, cerca del río Amur en el Lejano Oriente soviético, le ofreció a los judíos la oportunidad de «crear aquí su unidad administrativa socialista autónoma, que aún no existe», escribía, apologéticamente, Heller. (20) Él, como tantos propagandistas, antes y después, dibujaron una imagen idealizada de la situación en la URSS, la imagen de una familia socialista de las naciones. Una vez que el problema judío supuestamente se había resuelto en la Unión Soviética en realidad seguía existiendo «una verdadera cuestión judía, actualmente en el este y el sur de Europa, en las áreas socialmente atrasadas«. (21) Heller escribió estas líneas en vísperas de la toma del poder por parte de Hitler. Tenía tan poca idea de las horribles consecuencias de ese acto, como el partido al que pertenecía, el Partido Comunista de Alemania (KPD), que no pudo resistir la marcha constante de la reacción y la barbarie que se apoderó del continente.

En los primeros años del Partido Comunista alemán

En los primeros años del KPD había muchos intelectuales judíos entre los líderes del Partido (Rosa Luxemburg, Paul Levi, August Thalheimer, y poco más tarde Ruth Fischer, Arkadi Maslow, Werner Scholem, Iwan Katz y Arthur Rosenberg), pero esto no era resaltado públicamente. A lo largo de todos sus cambios de dirección política, el KPD se aferró al análisis marxista tradicional de la cuestión judía, es decir, apoyó la asimilación como la mejor manera de alcanzar la emancipación de los judíos y se opuso fuertemente al sionismo. También se aferró al axioma de los socialdemócratas alemanes de antes de la Primera Guerra Mundial: «La liberación de los trabajadores de la explotación capitalista y la emancipación de los judíos de la discriminación política son dos caras de la misma moneda» (22) Pero al pedirles a los judíos que abandonen sus tradiciones religiosas y culturales, que se asimilen, dejando de dar sustento al anti-semitismo, el movimiento obrero estaba aceptando «la discriminación contra los judíos practicada por los poderes conservadores realmente existentes, porque la Constitución del Imperio alemán sólo le garantizaba igualdad a los judíos como individuos, pero discriminando a la religión judía … a diferencia de las iglesias cristianas«. (23)

Aunque esto cambió con la Constitución de Weimar, en la primera democracia parlamentaria alemana la administración del Estado seguía firmemente en manos de una burocracia conservadora, que se opuso con vehemencia no sólo a la emancipación judía, sino también a un fuerte movimiento obrero democrático. Las élites tradicionales ahora debían utilizar máscaras democráticas, pero en todas las crisis de la República pusieron su dinero en fuerzas anti-democráticas, en última instancia, en el Partido Nazi. Estas clases y una pequeñoburguesía pauperizada y radicalizada estaban vinculadas cada vez más firmemente por un anti-semitismo cada vez más cargado de un pensamiento anti-comunista y pseudo-igualitario. Esta asociación fue ignorada o minimizada, no sólo por los comunistas y socialistas, sino también por la mayor parte de la centro izquierda, con la honrosa excepción del círculo Weltbühne.

«Nacional bolchevismo»

La prensa del partido tomó una posición firme y polémica contra la difusión de las tendencias antisemitas entre la clase media proletarizada después de la Primera Guerra Mundial. (24) Incluso durante su etapa «nacional bolchevique» en 1919, y sus guiños a los desesperados nacionalistas de derecha tras el «discurso Schlageter» de Karl Radek (25), el KPD se seguía definiendo en contra de todo tipo de antisemitismo. Sin embargo, al mismo tiempo, dentro del propio partido había signos de sentimientos antisemitas. Una preocupada Klara Zetkin escribió a la IX° Conferencia del KPD en marzo de 1924: «La ‘izquierda’ mayoritaria del Partido combina fraternalmente muchos amigos del KAPD [Partido Obrero Comunista, ruptura ultraizquierdista del KPD, nota del trad.] sindicalistas, anti-parlamentarios y, se ve a la luz – horribile dictu – incluso reformistas y, últimamente, fascistas antisemitas» (26) Durante la conferencia del partido un seguidor anónimo de Heinrich Brandler declaró: «Hay una cierta resaca anti-semita en el partido» (27) Pero en ningún momento estas tendencias dictaron la actitud del KPD hacia la cuestión judía.

Esto ni siquiera fue así incluso en 1924 cuando, bajo los comunistas en Baviera y Alemania central, levantó cabeza una especie de antisemitismo lumpenproletario y anti-capitalista y halló eco en panfletos y periódicos locales como el Klassenkampf (Lucha de clases) de Halle. (28) Por motivos oportunistas de política cotidiana, el Partido sentía que tenía que tener en cuenta el resentimiento antisemita de sectores de la pequeña burguesía y el proletariado que quería conquistar para el KPD. En un discurso pronunciado el 25 de julio 1923 ante comunistas y estudiantes «estrechamente nacionalistas» Ruth Fischer dijo:

«¿Ustedes están protestando contra el capitalismo judío, caballeros? Cualquiera que proteste contra el capitalismo judío, señores, ya es un guerrero clasista, lo sepa o no. Ustedes están en contra del capitalismo judío y quieren barrer a los corredores de bolsa. Eso está bien. Señalen a los capitalistas judíos, cuélguenlos de las farolas, pisotéenlos, a Stinnes, a Klockner …. » (29)

También hubo ejemplos de pensamiento antisemita en el órgano del partido, Die rote Fahne (La Bandera Roja), como por ejemplo, el darle al vicepresidente (judío) de la policía de Berlín, Bernhard Weiss, el nombre de pila de resonancia judía «Isodor», una práctica que luego sería retomada y ampliada por los nazis. (30)

La única vez antes de 1933 (después de los acontecimientos en Palestina, en agosto de 1929), en que la dirección del KPD habló directamente sobre el sionismo, claramente mostró su falta de familiaridad con los diversos aspectos de la cuestión judía. Al hablar en una reunión del Comité Central, celebrada los días 24 y 25 de octubre de 1929, Hermann Remmele admitió que «dentro del partido … se conoce poco el papel desempeñado allí por la Comintern, el movimiento revolucionario del comunismo. Nuestro partido [el Partido Comunista de Palestina – MK] tiene 160 miembros en Palestina, 30 son árabes, y los otros 130 son sionistas. Es claro que este partido no puede tener el tipo de actitud que exige la ley de la Revolución. Obviamente el pueblo oprimido que, en las condiciones actuales, puede proporcionar el elemento revolucionario, no puede ser otro que los árabes.» (31)

Casi no hay una sola palabra que no esté mal aquí. Además de la utilización indiscriminada de «judíos» y «árabes», la afirmación de que los miembros judíos del Partido eran sionistas era una distorsión completa de los hechos. El KPD debería haber sido consciente de esto. De ello se desprende que la Rote Fahne haya interpretado las posiciones, que eran nacionalistas en ambos lados, como una lucha anti-imperialista desde el bando árabe, sin criticar de ninguna manera la política de su dirección feudal-clerical. (32) Sin embargo, otras publicaciones con simpatías comunistas fueron más capaces de diferenciar. (33)

Un año más tarde, en su folleto Sowjetstern oder Hakenkreuz? (“¿La estrella soviética o la esvástica?”), Remmele fue muy crítico con el antisemitismo nazi. Creyó, erróneamente, que ese antisemitismo era una farsa, y que Hitler y sus cómplices harían una gran muestra de antisemitismo, pero a la larga llegarían a acuerdos con los capitalistas judíos y no judíos por igual. (34) Una serie de informes de prensa apoyaron esta interpretación (35), lo cual que no impidió que el KPD (principalmente a través de la sección alemana del Socorro Rojo Internacional, en el que tuvo una influencia considerable) ayudara a las víctimas del antisemitismo, en su mayoría judíos que habían emigrado hacia Alemania desde Europa Oriental. (36)

Después de 1933

El año 1933 fue testigo de la destrucción de las ilusiones de los comunistas sobre el alcance y los resultados de la toma del poder por parte de los nazis. El proscripto Partido ahora pasaba a condenar la persecución nazi contra los judíos en todas sus formas. (37) Sin embargo, no fue hasta la «Reichskristallnacht” [la serie de pogromos antijudíos coordinados en una noche en toda Alemania y parte de Austria, nota del trad.], del 9 de noviembre de 1938 que la dirección del Partido se dio cuenta de que el nazismo era un peligro no sólo para los judíos, sino para toda la civilización mundial. Sin embargo, incluso en su declaración «Gegen die Schmach der Judenpogrome» (Contra la vergüenza de los pogroms antijudíos) de noviembre de 1938, el KPD sobreestimó la solidaridad del pueblo alemán con los judíos perseguidos y subestimó la disposición de muchas personas a participar en la persecución y el saqueo de la propiedad judía. (38) Al mismo tiempo, en la prensa de los emigrados, Walter Ulbricht [quien después de la guerra sería el máximo líder del régimen estalinista de Alemania Oriental hasta su muerte, en 1973, nota del trad.] tomó partido por el bando judío en el conflicto de Palestina. Este es el mismo Walter Ulbricht, que en 1967, en la guerra árabe-israelí, era incapaz de ver divisiones de clase, sino simplemente una lucha entre estados árabes progresistas contra un Israel dirigido por los imperialistas. (39)

Los pequeños grupos marxistas – el Partido Comunista de Alemania-Oposición (KPDO) [ligado a la fracción comunista de derecha de Bujarin, nota del trad.], el Partido Obrero Socialista (SAP) [ruptura por izquierda del partido socialdemócrata, nota del trad.], y los trotskistas – hicieron todo lo posible para abrir los ojos de los alemanes frente a la destrucción mortal del fascismo de Hitler. Después de la llegada al poder de los nazis, hicieron todo lo posible para denunciar su comportamiento abominable, sobre todo en lo que respecta a los judíos. Sin embargo, el reformista Partido Socialdemócrata (SPD)(40), y, especialmente, el KPD estalinista, fueron sordos y ciegos a sus advertencias. El KPD y el SPD se dedicaron principalmente a una guerra burocrática interna.

El Holocausto

Nadie había visto con tanta claridad como Trotsky la horrible posibilidad del Holocausto. Ahora, frente al asesinato en masa de los nazis, Trotsky proponía la migración de los judíos de Europa – de un continente cada vez más ensombrecido por la esvástica. Aún así criticó el método sionista de resolver la cuestión judía como utópico y reaccionario, aunque modificando ligeramente sus argumentos. Él consideraba la existencia de una «nación judía», que aún carecía de una base territorial. (41) Pero Palestina seguía siendo para él «un espejismo trágico, y Birobidzhán [la “Región Autónoma Judía» soviética- MK] una farsa burocrática«. (42) Sin embargo, podría haber una migración dentro de una federación socialista, como escribió Trotsky en «El Termidor y el antisemitismo». (43) Para Trotsky seguían abiertas las perspectivas y posibilidades de la asimilación judía. Al autor del presente ensayo le parece que su perspectiva negativa sobre la existencia judía en las sociedades capitalistas, se basaba en su visión revolucionaria global de un próximo derrocamiento del «capitalismo en descomposición» en lugar de ser el producto de un «espíritu de época”.

Pero el sistema capitalista no se derrumbó después de la Segunda Guerra Mundial. Con todos sus antagonismos se mantuvo poderoso y fue capaz de recuperarse de una serie de crisis económicas y políticas. El nuevo estado de Israel se convirtió en un ejemplo de expansión y crecimiento del capitalismo en Oriente Medio. En el contexto del conflicto árabe-judío, Israel pasó, de ser un intento de resolver el problema judío, a convertirse en parte de ese problema. Los historiadores actuales han de evaluar si, de forma modificada, siguen siendo válidas las explicaciones de Trotsky para judíos y árabes, para socialistas y no socialistas, que se oponen al antisemitismo y a cualquier forma de discriminación racial y étnica, y para el mundo en general a finales del siglo XX.

Notas

1. La actitud general de Trotsky hacia la cuestión judía fue descrita por Yechiel Harari, «Le parcours de Trotsky», en Les Nouveaux Cahiers No.36, primavera de 1974, pp.43-61; Robert S. Wistrich, Revolutionary Jews from Marx to Trotsky, Londres, 1976, Baruch Knei-Paz, The Social and Political Thought of Leon Trotsky, Oxford 1978. Una actitud más hostil se puede encontrar en Edmund Silberner, Kommunisten zur Judenfage. Zur Geschichte von Theorie und Praxis des Kommunismus, Opladen 1983, y en particular en Joel Carmichael, Trotsky, Nueva Cork, 1972, y Joseph Nevada, Trotsky and the Jews, Philadelphia 1972.

2. Para las diferencias fundamentales entre Lenin y el Bund sobre el problema de la organización del partido cf. Henry J. Tobias «The Bund and Lenin until 1903», en Russian Review, Vol.20 No.4, 1961, pp.344-57; idem, The Jewish Bund in Russia: From Its Origins to 1905, Stanford, Cal. 1972; John Bunzi, Klassenkampf in der Diaspora. Zur Geschichte der jüdischen Arbeiterbewegung, Vienna 1975; Jonathan Frankel, Prophecy and Politics: Socialism, Nationalism and the Russian Jews, New York 1982; Nathan Weinstock, Le pain de misère. Histoire du mouvement ouvrier juif en Europe, Vol.1, Paris 1984; Enzo Traverso, Les Marxistes et la question juive. Histoire d’un débat (1843-1943), Montreuil 1990; Mario Kessler, Mainz, 1993

3. Cf. Vladimir Medem, Shestoi sionisticheskii Kongress v Bazele, Londres, 1903.

4. L. Trotsky, «Razlozhenie sionizma i ego vozmozhnye preemnike», en Iskra, 1° de enero 1904, citado en Knei-Paz, op. cit, p.540 y ss. Los siguientes pasajes son de la misma fuente.

5. Cf. L. Trotsky, Die Russische Revolution von 1905, Dresde 1908.

6. Cf. L. Trotsky, «Die Beilis-Affäre», en Die Neue Zeit, Vol.33 / 1, 1913, pp.310-20.

7. Cf. L. Trotsky, «Evreiskii vopros», Kievskaya Mysl 17, 20, 21 de agosto de 1913, reimpreso en L. Trotsky / Ch. Rakovsky, Ocherky politicheskii Rumynii, Moscú y Petrogrado, 1923, ch.9.

8. Cf. Silberner, Kommunismus zur Judenfrage, pp.103-4.

9. Cf. L. Trotsky, Fragen des Altagslebens. Die Epoche der «Kulturarbeit» und ihr Aufgaben, Berlín, 1923.

10. «Los judíos se hacían en la Oposición, a pesar de que estaban allí, junto con la flor de la intelectualidad no judía y los trabajadores. Trotsky, Zinoviev, Kamenev, Sokolnikov, Radek, eran todos judíos». Isaac Deutscher, El profeta desarmado: Trotsky 1921-1929, Nueva York, 1965, pp.258-9.

11. Citado en ibid., P.258. Cursivas en el original. Encontré este documento en los archivos de Trotsky, Biblioteca Houghton de Harvard University, Cambridge Mass. La firma de este documento es T868.

12. Cf. Stephen F. Cohen, Bujarin y la revolución bolchevique: Una biografía política, New York 1973, pp.239-40, 473. La actitud de Bujarin hacia el antisemitismo en la Rusia soviética no se menciona en la biografía más reciente. Cf. Wladislaw Hedeler y Ruth Stoijarowa, Nikolai Bucharin, Leben und Werk, Mainz, 1993. Bujarin siempre se opuso estrictamente a cualquier tipo de judeofobia.

13. Cf. L. Trotsky, «En el ‘problema judío'», en Trotsky, Sobre la cuestión judía, Nueva York 1970. Los siguientes pasajes son de la misma fuente.

14. L. Trotsky, «Entrevista con corresponsales judíos», en Trotsky, Sobre la cuestión judía, p.20.

15. L. Trotsky, fragmento, de Trotsky, Sobre la cuestión judía, p.12.

16. L. Trotsky, «El Thermidor y el antisemitismo», en Trotsky, Sobre la cuestión judía, p.22.

17. Sobre la teoría del fascismo de Thalheimer cf. por ejemplo. Martin Kitchen, «August Thalheimer’s Theory of Fascism», in Journal of the History of Ideas, Vol.34 No.1, 1973, pp.67-8; Theodor Bergmann, Gegen den Strom. Die Geschichte der Kommunistischen Partei-Opposition, Hamburg 1987; Jurgen Kaestner, Die Politische Theorie August Thalheimers, Frankfurt am Main y New York 1982; Theodor Bergmann y Wolfgang Hauble, De Geschwiste Thalheimer, Mainz 1993

18. Sobre la teoría de Trotsky del fascismo cf. por ejemplo. Ernest Mandel, León Trotsky: Un estudio sobre la dinámica de su pensamiento, Londres 1979, y Robert S. Wistrich, Trotsky: El destino de un Revolucionario, Londres 1979.

19. L. Trotsky, «Llamamiento a los judíos estadounidenses amenazados por el fascismo y el antisemitismo», en Trotsky, Sobre la cuestión judía, p.29. Cursivas en el original.

20. Otto Heller, Der Untergang des Judentums. Die Judenfrage. Ihre Kritik. Ihre Lösung durch den Sozialismus, Segunda edición, Berlín y Viena, 1933, p.259.

21. Idem, en Klärung. 12 Autoren und Politiker über die Judenfrage, Berlín 1932, p.259.

22. Cf. Walter Grab, Der Deutsche Weg der Judenemanzipation 1789-1933, Munich y Zurich, 1991, p.134.

23. Cf. ibid., p.140.

24. Cf. Neue Zeitung (Munich), 23 de diciembre de 1922.

25. El 20 de junio de 1923, a poco del plenario ampliado del Comité Ejecutivo de la IC, Karl Radek trató de efectuar un acercamiento entre las fuerzas comunistas y nacionalistas, por lo cual elogió a Albert Leo Schlageter, que, durante la ocupación francesa de la cuenca del Ruhr, fue juzgado por un consejo de guerra y fusilado. Véase K. Radek, «Leo Schlageter: The Wanderer into the Void».

26. Bericht über die Verhandlungen des IX. Parteitages der KPD (7. Bis 10. April 1924), p.93.

27. Ibid., P.289.

28. Cf. Silberner, Kommunismus zur Judenfrage, p.270.

29. De acuerdo con un informe publicado en el diario socialdemócrata Vorwärts, 22 de agosto de 1923.

30. Cf. Die Rote Fahne, 5 de julio de 1923.

31. Stiftung Archiv der Parteien und der DDR Massenorganisationen im Bundesarchiv, Berlín, signatura 1,2 / 1/74.

32. Cf. Die Rote Fahne, 27 de agosto a 7 de septiembre de 1929.

33. Cf. Arbeiter-Zeitung Illustrierte, No.39, 1929; Agrar-Probleme, Vol.2 Nos.3 / 4, 1929, esp. p.579.

34. Hermann Remmele, Sowjetstern oder Hakenkreuz?, Berlín, 1930.

35. Cf. Die Rote Fahne, 3 de septiembre de 1929, 17 de septiembre de 1931, 9 y 29 de abril 1932, 17 de septiembre de 1932. Cf. también «Kommunismus und Judenfrage» en Der Jud’ ist schuld …? Diskussionsbuch über die Judenfrage Basel, etc. 1932, pp.272-286.

36. Cf. George L. Mosse, «El socialismo alemán y la cuestión judía en la República de Weimar», en el Instituto Leo Baeck Año XVI Libro, Londres, 1971, pp.123-51.

37. Cf. Silberner, Kommunismus zur Judenfrage, pp.286-92.

38. Cf. Helmut Eschwege (ed.), J. Kennzeichen Bilder, Dokumente, Berichte zur Geschichte der Verbrechen des deutschen un Hitlerfaschismus den Juden 1933-1945, Berlín 1945, p.105 (un facsímil de la declaración KPD).

39. Cf. Walter Ulbricht, «Die Judenpogrome – eine der Waffe faschistischen Kriegspolitik», en Rundschau über Politik, Wirtschaft und Arbeiterbewegung, No.57, 24 de noviembre de 1938, pp.1953-4.

40. Sobre la actitud del SPD hacia los judíos durante la época de Weimar cf. por ejemplo. Donald L. Niewyk, Socialist, Anti-Semite and Jew: German Social Democracy Confronts the Problem of Anti-Semitism, 1918-I939, Baton Rouge, La. 1971

41. L. Trotsky, «Entrevista con corresponsales judíos», en Trotsky, Sobre la cuestión judía, p.20.

42. L. Trotsky, «Llamamiento a los judíos estadounidenses…», en Trotsky, Sobre la cuestión judía, p.29. Por la actitud de Trotsky sobre Birobidzhán cf. Trotsky, «Respuesta a una pregunta sobre Birobidzhán», en Trotsky, Sobre la cuestión judía, pp.18-19.

43. Cf. Trotsky, «El Thermidor y el antisemitismo, en Trotsky, Sobre la cuestión judía, pp.28-9.

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Milcíades Peña, los mitos de la historia argentina, los intelectuales y la militancia revolucionaria

Christian Castillo, Hernán Camarero, Fernando De Leonardis. 

Presentamos una síntesis de la desgrabación de la gran charla que se realizó el pasado 26 de septiembre en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de La Plata. Su tema fue “La historia argentina y sus mitos. Conversaciones sobre la obra de Milcíades Peña”. El motivo fue la publicación, en un solo tomo, de la edición definitiva de Historia del pueblo argentino (Emecé, Bs.As, 2012), de Milcíades Peña (1933-1965), historiador marxista y militante trotskista. Los panelistas fueron Fernando De Leonardis, sociólogo, responsable de la edición del libro; Hernán Camarero, historiador-investigador del movimiento obrero argentino y la izquierda y docente de la UBA; y Christian Castillo, sociólogo, docente de la UBA y la UNLP y dirigente nacional del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). La charla versó sobre la existencia de una corriente historiográfica marxista local en contraposición a las tradicionales corrientes dominantes: la liberal y la revisionista (ésta última con la particularidad de que viene siendo promovida desde hace años por el gobierno kirchnerista), sobre los intentos de re-apropiación, re-utilización y mutilación de la figura de M. Peña para proyectos históricos y políticos opuestos a los que él defendió en vida, y sobre la relación entre intelectuales, política y militancia en el marxismo revolucionario.

Pocos días más tarde, el 2 de octubre, la gestión de la Facultad de Humanidades y la dirección del Departamento de la carrera de Historia hicieron una charla “oficial” sobre exactamente el mismo tema, donde participaron, entre otros, Horacio Tarcus, Omar Acha y Adrián Celentano. El centro de esta última charla fue precisamente una polémica contra los conceptos vertidos en la primera presentación y que transcribimos aquí abajo.

Las notas al pie que tienen la aclaración NdE (nota del editor), fueron agregadas por nosotros. Las restantes notas que no tienen esa aclaración fueron conceptos vertidos en el debate por los panelistas.

Fue publicado en papel en el número 1 de la revista «El motor de la historia», de Tesis XI, Juventud del PTS de la Facultad de Humanidades de la UNLP.

 

Fernando De Leonardis:

Hago un agradecimiento especial al PTS por haberme invitado, y por el esfuerzo en la organización de esta charla.

Era el deseo de Milcíades Peña (MP) sacar una “Historia” completa y unificada, pero nunca lo pudo hacer y de alguna manera lo es este libro. Y sacarlo en una editorial como Planeta es una suerte, porque Peña no es reivindicado por nadie. Su figura y su obra generan debates y controversias. En el morenismo[1] se lo despreciaba. Y digo que es una suerte porque no se lo sacraliza. Porque a veces las figuras militantes se transforman en mitos, y esto es lo que Milcíades Peña trataba de demoler, los mitos de la historia argentina. HISTORIA DEL PUEBLO ARGENTINO

Haciendo una introducción a la obra, me parece que dentro de esas dos divisiones que se pueden entablar en el marxismo, entre quienes sostienen la preeminencia del voluntarismo o la lucha de clases, y quienes defienden la preeminencia de la estructura socioeconómica; creo que tanto en la Historia del Pueblo Argentino, como en los tomos en debate con Jorge Abelardo Ramos[2], o las Fichas donde habla sobre la industria y las clases dominantes en el imperialismo, se puede rastrear que en la concepción historiográfica de Peña hay una estructuración en términos de de la primacía de la lógica del capital por sobre la lucha de clases.

MP comienza el libro con citas del Manifiesto Comunista, pero enseguida cita a Grandizo Munis[3], que aún hoy sigue siendo desconocido no solamente para el gran público, sino para la militancia trotskista. Y con esas citas al inicio nos da una idea de la forma de hacer historia y el método que va a seguir. En este libro MP empieza con España, antes de implantarse en América y habla del “raquitismo estructural de España”, que va a trasladar a la colonia. Y en seguida comienza a debatir con marxistas que defienden una visión idealista. Luego continúa con Puiggrós, con Palabra Obrera y con Abelardo Ramos en uno de los debates más jugosos. Y la última página de este libro termina con el balance de lo que es el peronismo donde dice “la República Argentina seguía siendo un país atrasado y semi-colonial, dominado por una burguesía terrateniente e industrial trustificada entre sí y con el capital financiero internacional”.

Todo el libro, y toda su obra también, está atravesada por ese debate. Como decía, Peña concibe la historia en términos estructurales, de lógica del capital. Por eso vemos la constante alusión a esta idea en los intertítulos del libro donde por ejemplo habla del gobierno de Sarmiento como “ilusiones sin base”, se refiere a la “quimera alberdiana” para construir un país al estilo yanqui sin haber una burguesía industrial, o cuando dice que el dilema del gauchaje bárbaro o los hacendados era un debate que no tenia destino histórico, o también cuando habla del peronismo del cual dice que  es “el gobierno del como si”.

Quería resaltar esto, desde mi punto de vista hay una concepción que es el eje del marxismo, El capital, donde toda la obra es de carácter estructural y, permítanme la paráfrasis con un título de Lenin, ya que para mí toda la obra de MP trata de explicar el desarrollo del capitalismo en Argentina[4].

En segundo lugar me parece que a Peña hay que ubicarlo como militante trotskista, contra ciertas corrientes y pensadores que tratan de sacarlo de este contexto e incluso muchos lo llegan a sumar a la nueva izquierda de los 60 y 70; o como vemos por ejemplo ahora que pensadores del campo “nacional y popular” intentan apropiarse de Peña para sacar algunas enseñanzas aunque un poco con fórceps, para adaptarlo a su interpretación. Hay que ubicar a Milcíades Peña como un militante trotskista, pese a que el orgánicamente a veces estuvo vinculado a la corriente morenista y otras veces no. Me parece que la práctica historiográfica es en Peña una praxis teórica, porque él en ningún momento la planteó como medio de vida, por ejemplo como un historiador profesional, y tampoco como un diletante que lo tomaba como algo que quería hacer en sus ratos libres. El tenía un fin militante y transformador, entender el pasado para transformar la realidad. Y eso está en sus libros, podemos verlo constantemente, y por eso los debates con sus contemporáneos eran muy feroces.

Peña asume una variedad de fuentes para construir el relato historiográfico. Esto es muy interesante, porque trabajaba no con la aridez del profesional historiador que mira archivos, sino que tomaba las fuentes que circulaban de manera masiva. Por ejemplo, del Martín Fierro toma lo que dice sobre la estructura agraria en formación y en el debate sobre Sarmiento se sirve de sus correspondencias íntimas, que le van a revelar a una persona sin disfraces y no a aquel que habla en la Sociedad Rural, o cuando apela a las memorias de un embajador inglés escritas después que dejó el país; todas estas se transforman en una fuente donde hay riqueza documental. Esto es parte de la audacia y la genialidad de Peña, lo que puede extraer de los materiales de circulación popular.

Por último, me parece que todo lo plateado por él en La Historia del Pueblo Argentino es de una gran actualidad. Para traerlo a nuestra realidad de nuestra lucha de clases, yo leía hoy en Pagina/12 una noticia donde Axel Kicillof dice que “el gobierno nacional impulsa una transformación estructural histórica para revertir el ciclo neoliberal y la desindustrialización”. Pero si buscamos los datos de la realidad, no nos dicen que hay una re-industrialización, ni tampoco una transformación estructural básica. En ese sentido, las últimas palabras de Peña en relación a que el modelo agrícola y financiero fue lo que se terminó de consolidar con el peronismo, siguieron y siguen estando vigentes. O sea, no hay ningún modelo productivo sustentado en la industria. Para eso nos podemos remitir a los datos y ver el déficit comercial en la industria energética, la falencia en transporte, el poco valor agregado que hay en la industria, entre otros indicadores. Podemos decir que el país sigue siendo atrasado y la infraestructura sigue igual. Incluso podemos decir que en el menemismo hubo más inversiones, precisamente en telecomunicaciones y minería, que con este gobierno según los datos oficiales inclusive.

Hernán Camarero:

En primer lugar quiero agradecer a los compañeros del PTS, creo que esta actividad es muy oportuna, muy valiosa e importante para reflexionar acerca de la vida, la obra y el papel que desempeño MP, en el desarrollo de una historiografía marxista en argentina, y en general como intelectual marxista revolucionario.

Este libro es muy valioso como emprendimiento, me dicen que se está vendiendo muy bien, y más allá de cuestiones publicitarias, me parece que tiene que ver con el lugar que se ha sabido ganar MP en la historiografía argentina, desde una perspectiva claramente militante. Esto visto como un elemento de enriquecimiento en la obra historiográfica. Creo que hay que hacer charlas como estas para reinstalar a Peña en el lugar que se merece.

Tengo algunos matices con Fernando, sobre si la figura de MP habría sido una presencia repudiada, pues no lo veo tan así. Aunque es cierto que el lugar de Peña se había perdido, difuminado, o en todo caso no había sido apropiado suficientemente. El enorme capital político y teórico que representa Peña no había sido apropiado sobre todo por la tradición a la que el adscribió que es el trotskismo, y es a lo que me voy a referir como primer aspecto.

Creo que hay una necesidad de identificar quién era Peña, y cuál fue el contenido de la influencia que impregnaron sus ideas y su obra. Sobre todo porque creo que existió en los últimos tiempos, y todavía existe, cierto intento de desencajar a MP de todo marco de pertenencia o tradición ideológica o política, resignificándolo como un espíritu completamente libre, autónomo, presentándolo como un intelectual casi inclasificable, reivindicándolo como un intelectual crítico, heterodoxo, trágico, anti-heroico, un intelectual aguafiestas; todos adjetivos que han sido utilizados para alejar la comprensión de elementos básicos de las ideas y la obra de Peña. Hoy nos encontramos que a Peña lo reivindica hasta José Pablo Feinmann.

Pienso en el modo en cómo se ha tendido a licuar lo que ha sido una relación esencial para comprender a Peña, su relación con el trotskismo. Entonces creo que hay que reafirmar con contundencia que puede comprenderse bastante poco de la obra de Peña, sin contemplar esta adscripción política e ideológica.

Peña incorporó otros aportes y lecturas, lo cual resulta obvio como para cualquier labor intelectual. Además de los rasgos específicos de Peña como su inteligencia y una brillantez evidente, una erudición particular, porque se trataba de un autodidacta con una enorme creatividad y originalidad en sus ideas, una mirada historiográfica e hipótesis muy novedosas, hablamos de un intelectual formado como tal en la militancia política y revolucionaria. Y quiero insistir en que el vínculo con el trotskismo es vital para comprenderlo. Quiero revisar algunos datos que me parece pueden ser útiles en este sentido.

Cuando Peña ingresa al trotskismo, en 1947, tenía 14 años. La enorme precocidad fue uno de sus rasgos[5]. Él ingresa a la militancia después de haber tenido una experiencia política previa en la Juventud del Partido Socialista en La Plata, y con un grupo de jóvenes mayores que él, muchos de los cuales después se destacaron, ingresa a una agrupación muy pequeña que se llama GOM (Grupo Obrero Marxista), dirigido por Nahuel Moreno, que le lleva casi diez años de distancia. Allí comienza a desarrollar su actividad militante que es orgánica durante unos cinco años, hasta 1952 o 1953. Ese joven de 14 o 15 años, tiene su escuela de formación marxista en la militancia dentro del GOM, que en 1948 cambia de nombre por el POR (Partido Obrero Revolucionario). La tarea de Peña es desarrollar algunas de las ideas de ese grupo, respecto al peronismo, pero también de análisis de la realidad económica y social de Argentina. Empezando a desarrollar una tarea de caracterización del capitalismo argentino, su desarrollo industrial, su desarrollo agrario, las relaciones con el imperialismo.

Muchas de las ideas que luego van a ser desplegadas por Peña, aparecen prefiguradas en el GOM-POR, y hay sobre todo un papel de Moreno que es clave. Si uno empieza a rastrear sus primeros trabajos, son artículos que salen en el periódico del GOM-POR llamado Frente Proletario, o en la revista teórica que se llama Revolución Permanente. Uno puede rastrear ciertos planteos fundamentales de Historia del Pueblo Argentino, en esos textos que están en Frente Proletario, Revolución Permanente o en otros trabajos. Por ejemplo, la posición de Peña respecto al carácter capitalista de la colonización española, había sido desarrollada anteriormente por Moreno, en un artículo que se llamo “Cuatro tesis sobre la colonización española y portuguesa en América”[6]. Es un trabajo del año 48, incluso previo a la elaboración de Peña sobre el tema.

Cuando años después Peña publica su revista Estrategia de la emancipación nacional y social, publica el artículo de Moreno con una carta, donde alude a esa influencia que tuvo en su desarrollo teórico por los aportes de Moreno. Estas influencias son útiles para comprender el desarrollo político, teórico y en las propias ideas historiográficas de Peña, que por ejemplo sobre el carácter capitalista de la colonización, escribía discutiendo contra toda la historia marxista, fundamentalmente estalinista (de Puiggrós en adelante), que sostenía el carácter feudal de la misma.

El libro Historia del pueblo argentino se escribe entre 1955 y 1957, momento en el que Peña no es un militante orgánico de la corriente morenista, pero sí es un adherente a esa corriente. Comparte todas sus posiciones, acompaña sus caracterizaciones y políticas. Por ejemplo, cuando el morenismo cambia su caracterización del peronismo[7], a partir del año `53 o `54,  poniendo en primer lugar al peronismo como un movimiento que resistía la penetración yanqui, y que abría después la puerta de ese análisis a lo que fue la experiencia del entrismo[8] dentro de organizaciones peronistas, Peña acompaña y desarrolla teóricamente este “viraje”. Acompaña la experiencia de entrismo en el PSRN[9]. Y luego también la experiencia de entrismo en Palabra Obrera[10]. Quiero decir con esto, que Peña mantiene lazos, orgánicos al principio e inorgánicos después, con la corriente morenista hasta el año 1960. De modo que este libro (la Historia…) está escrito por alguien que tiene ese lugar en el escenario político.

Esto no invalida que hubo problemas en la relación entre Peña y el morenismo, una relación que por lo menos fue fallida. Y creo que parte de un problema más general que es la relación entre intelectual y partido. Pero hay problemas interesantes para destacar, como una notable incapacidad y desidia del morenismo para trabajar con Peña, para apropiarse de ese capital político, para potenciarlo. Incluso para reivindicar como propia esa tradición una vez ocurrida la muerte de MP. Esto revela las limitaciones del morenismo como corriente y como tradición, sobre todo en la concepción que tiene sobre el trabajo teórico y en la relación con los intelectuales. Esto con Peña se ve de manera trágica.

Pero los problemas también están en Peña. En sus últimos años de vida refleja una concepción política muy discutible. Uno se puede preguntar cómo llega a escribir en 1964 ese artículo llamado “El legado del bonapartismo. Quietismo y conservadurismo en la clase obrera argentina” [11], donde hace gala de un escepticismo descomunal, sosteniendo que la clase obrera argentina no tendría posibilidad de superar al peronismo como dirección política. Y podemos sostener que en parte esto también explica la ruptura y alejamiento con el trotskismo[12].

Entonces los problemas hay que ir analizándolos de manera dialéctica, lo que en un análisis superficial y apologético se ha evitado, presentándolo a MP como un marxista revolucionario consecuente que supera al trotskismo y se eleva, cuando en realidad sucede todo lo contrario.

Y estos problemas también están en su mirada sobre la historia. Por ejemplo, ya desde el título. Historia del pueblo argentino en realidad no es una historia del pueblo argentino, sino más bien una historia de las clases dominantes argentinas. Por ejemplo, para los que nos dedicamos a estudiar la historia del movimiento obrero, no tenemos casi nada para tomar de las elaboraciones de Peña. No hay un estudio de la conformación del movimiento obrero argentino, de sus períodos, de sus estrategias, etc. En ese sentido, tenemos que hacer una reapropiación crítica de la obra de Peña, que sobre todo rescate sus objetivos, el método que la animaba.

El atractivo de Peña como historiador, es que no es una historia tradicional en el sentido de explicar hechos o procesos históricos, sino que hace una visión panorámica de un período muy largo que comienza con la caracterización del desarrollo económico y social de España como potencia antes de la colonización de América y se extiende hasta 1955, recorriendo más de cuatro siglos de historia. Y lo que busca Peña es estructurar esta visión histórica en base a una agenda de problemas o temas claves. En ese sentido no es una obra global como puede ser El 18 Brumario de Marx o Historia de la revolución rusa de Trotsky. Su arquitectura es distinta. La forma que elige Peña es la de una rigurosa, sistemática y una brutal crítica historiográfica. Lo que hace es una tarea de demolición de las interpretaciones historiográficas existentes, quizás pensando luego en encarar otro trabajo de interpretación marxista. Peña escribe el libro para demoler, por un lado, la interpretación liberal-mitrista, una historia mistificante, que engañaba deliberadamente y obstaculizaba la verdadera comprensión de la historia argentina; y por otro la historia del revisionismo que emerge a partir de los años 20 y 30.

Fichas de Investigación Económica y Social

Y Peña va a sostener que no hubo una verdadera historia marxista, más allá de aportes sueltos como los de Sergio Bagú, porque los intentos que hubo en ese sentido no habían hecho más que una traducción de esas dos grandes visiones, adornándolas con ropajes marxistas. En el caso de los historiadores comunistas, la capitulación se dio frente a la historiografía liberal-mitrista, apropiándose de la línea Mayo-Caseros, tomando sus propios héroes y próceres, como Rivadavia, en parte Sarmiento y Alberdi, Echeverría, Roque Sáenz Peña (en los años 40 los estandartes del PC eran los mismos que los de la historia liberal). Y por otro lado, estaban situados historiadores como Hernández Arregui y Jorge Abelardo Ramos que utilizaban categorías marxistas para capitular a la visión revisionista de orientación peronista[13]. Peña quiere derribar estos mitos.

Y ahora para finalizar, y centrándonos en el análisis de la obra de conjunto, creo que hay un deliberado objetivo político en lo que Peña se propone, y que aparece con fuerza en su análisis sobre el siglo XIX[14], y es que trata de mostrar cómo hubo un sistemático fracaso de la burguesía argentina en convertirse en un sujeto transformador y progresivo de la historia. Creo que esta es una idea que organiza toda la obra de Peña. Es decir cómo la clase dominante argentina a lo largo del siglo XIX no hace más que traicionar las causas de la democracia y la independencia, para luego convertirse en un factor regresivo y reaccionario. De esta interpretación se desprende, que solo la clase obrera, como caudillo de los sectores oprimidos, es el único sujeto capaz de producir las transformaciones democrático-burguesas postergadas. Esa es la gran conclusión de la obra de Peña. Y en este sentido creo que es imposible comprender a Peña sin el aporte de la teoría de la revolución permanente y la ley del desarrollo desigual y combinado. Intenten comprender a Peña sin el trotskismo, es una tarea vana.

Hay un desafío a superar la obra de Peña. Siempre pensando que el desarrollo de una historiografía marxista en Argentina no puede prescindir de una consideración del lugar que Peña tiene en ella, que puso algunas de las claves interpretativas básicas para su desarrollo, hay que apelar a una reapropiación crítica de la obra de Peña, con un rescate de los objetivos y el método general, así como muchas de sus conclusiones.

Christian Castillo:

Este libro sale cuando el kirchnerismo ha tratado de construir un relato sobre la historia nacional, lleno de lagunas y contradicciones en su intento de apropiación, con una cierta lectura revisionista al principio corrida un poco a la izquierda y últimamente girando a la derecha en la interpretación histórica. El intento más genérico no fue alrededor de una obra historiográfica, sino alrededor de la “puesta” del Bicentenario, donde buscó apropiarse de algunas de las mejores gestas del movimiento obrero como si fuesen propias, sin problemas en mezclar a quienes han sido grandes antagonistas[15].

De lo que se trata entonces es de un debate por la interpretación histórica. El libro de Peña entra en esto con una visión distinta a la de la derecha que tiene una crisis de relato, ya que no hay un relato homogéneo y coherente que pueda tener la oposición no peronista, al intento de construir por parte del kirchnerismo un relato fragmentado, que se choca frente al análisis de las contradicciones entre el discurso y la realidad. Creo que el intento de buscar una interpretación diferente de la historia nacional, en clave marxista, es también la explicación a la difusión que ha tenido nuevamente la obra de Milcíades Peña. Es muy auspiciosa esta difusión, ya que para las nuevas generaciones es muy importante poder tener este texto completo a disposición.

Hoy transmitimos una mirada muy distinta y polémica a la que hace el propio Horacio Tarcus[16] sobre Peña, que en breve va a hacer la presentación del libro en esta misma Facultad. Donde se da la particularidad de que a una influencia tan importante como la que tuvo Nahuel Moreno sobre Peña, la escribe un anti-morenista ferviente como Tarcus, como una tesis dirigida por otro anti-morenista ferviente, como es Michael Löwy[17]. Entonces peca de unilateralidad y siembra una serie de equívocos en la relación Moreno-Peña.

La primera observación que hay que hacer a partir de la obra de Milcíades Peña, es que desmiente gran parte de toda la acusación tradicional que hacen el populismo y ciertas corrientes sobre el trotskismo en nuestro país, su lugar en la historia de la clase obrera y en la historia nacional. Esa caracterización del trotskismo como una corriente antinacional, que no intenta comprender la historia de su propio lugar, que no ha tratado de captar los matices de la historia de su propio país[18]. Es evidente que Peña tocó una serie de nudos para comprender la historia nacional porque la influencia de su obra ha sido enorme y está presente en corrientes historiográficas muy diversas, que tienen que recurrir a un historiador de militancia trotskista para entender qué ha pasado en el país desde la colonización en adelante

Pero para hacer justicia hay que reconocerle el mérito a otro historiador de origen trotskista al cual también hay que revalorizar, Liborio Justo, autor de una enorme obra como Nuestra Patria Vasalla, en cierta medida el maestro de Nahuel Moreno, y el introductor de la tesis de la liberación nacional en la concepción del trotskismo argentino[19]. Se trata de dos autores pioneros que son inestimables puntos de partida, que marcan una inscripción en los debates sobre la interpretación de la historia nacional. 

Desde el principio uno ve cómo Peña intenta captar, a través de la teoría del desarrollo desigual y combinado, la especificidad de la historia nacional que va desde la colonia, la revolución de mayo, las guerras civiles, la lucha de unitarios y federales, la generación del 90, y así cada nudo de los debates historiográficos. El libro tiene el mérito de que un lector más “especialista” puede reflexionar sobre definiciones complejas y sofisticadas alrededor  los fenómenos que trata, pero es a la vez completamente accesible para un público “no ilustrado” que se quiere introducir en el conocimiento de la historia nacional, que puede hacerlo además disfrutando de la prosa de un autor que se apropia de lo mejor de la tradición literaria marxista. Es difícil encontrar otra obra similar pensada desde la academia, con el rigor historiográfico de Peña.

Respecto a la propia revolución de Mayo, Peña sostiene correctamente que fue una revolución política y no social, es decir que fue esencialmente contra la casta burocrática de gerenciadores del imperio español, pero que después se mantiene la misma estructura social. Y esta interpretación puede tener un problema ya que tiende a subvalorar lo que implica este mismo cambio político que abrió nada menos que la posibilidad para la liquidación del capitalismo colonial y su remplazo por una nueva formación social. Si bien en el análisis de la estructura colonial Liborio Justo es inferior a Peña, ya que sostiene la visión de que la colonización fue feudal, aunque de una manera distinta a como lo sostiene Puiggrós, sin embargo la revolución política tiene una mayor trascendencia para Justo que ve en personajes como Mariano Moreno o Juan José Castelli el origen de la nación argentina. Si miramos el Plan revolucionario de operaciones de Mariano Moreno, veremos que tiene elementos de estatismo burgués, más allá de aspectos del programa como la concesión de la isla Martín García a los ingleses, que efectivamente es una muestra de los límites del proyecto de Moreno. Y otro hecho que Justo pone en el centro es cuando Castelli llega a las orillas del lago Titicaca y da el discurso de Tiahuanaco donde proclama la igualdad de los indígenas con el resto de la población, considerado por Justo lo más avanzado que dio el movimiento de Mayo, para a continuación entrar en un retroceso permanente[20]. Peña no le da relevancia a todos estos elementos, ya que buscaba señalar que no había una burguesía interesada en llevar a cabo una revolución democrático-burguesa, contra el relato liberal al que los historiadores estalinistas adscriben.

Fichas de Investigación Económica y Social

Otro aspecto interesante de la obra de Peña es la interpretación del peronismo. Y aquí tenemos que decir que, aunque dentro de una escuela común, la visión de Nahuel Moreno es más sofisticada, ya que mientras que Peña definía a Perón como “agente inglés”, haciendo énfasis en cómo los británicos saludan y apoyan la victoria de Perón ya que lo consideraban como una resistencia a la penetración del capital norteamericano en Argentina, cuestión a la que los revisionistas y peronistas no quieren dar cuenta, Moreno es más preciso en la definición planteando que Perón actúa como “bonaparte” entre esa confluencia contradictoria de intereses que se da en Argentina durante la II Guerra Mundial. En ese momento, mientras que británicos y alemanes enfrentados en el campo de batalla coinciden en el apoyo a la neutralidad argentina, los norteamericanos fomentan la entrada argentina a la guerra para ponerla bajo su égida.

El proceso de retirada de la metrópolis británica y el avance del imperialismo norteamericano es muy importante para entender también el surgimiento de todos los nacionalismos burgueses en América Latina en este período, y llama la atención que en esta definición no haya una referencia más explícita a los estudios del propio Trotsky sobre el cardenismo[21] y su concepción de bonapartismo sui generis de derecha o de izquierda, según exprese al capital imperialista tratando de colonizar la nación e imponiendo dictaduras militares, o exprese el intento de resistencia de las débiles burguesías nacionales, haciendo concesiones al movimiento de masas obreras y campesinas[22]

Otra cuestión que creo hay que pensar críticamente en Peña es un ángulo desde donde interpreta la historia nacional. Una muestra de esta perspectiva está en el capítulo sobre Sarmiento y Alberdi, donde plantea que aún en 1957 (año en que escribe Historia del Pueblo Argentino) el país seguía estando por detrás de construirse como una nación moderna, como habían buscado estos dos hombres lúcidos de la burguesía, incomprendidos por la oligarquía. Y entonces sostiene que esta tarea de construir una Argentina moderna le cabría entonces a la clase obrera.

Creo que aquí hay nudo para discutir sobre Peña, que explica por qué quizás uno de sus principales discípulos como es Jorge Schvarzer, luego puede deslizarse sin una ruptura formal con Peña, hacia una visión industrialista de la historia argentina. Peña plantea en su obra la incapacidad de la burguesía argentina para llevar adelante una revolución industrial y liga la idea de revolución industrial a la de revolución social. Plantea que la burguesía no puede llevar adelante revoluciones industriales y donde sí las hubo fue en los países donde la burguesía fue expropiada, y menciona los ejemplos de Argentina y de China donde una revolución social sería necesaria para llevar adelante una revolución industrial. Creo que si bien este debate gira en torno a las limitaciones de las polémicas de la propia época, donde se discutía hasta dónde Argentina estaba industrializada o no, es un punto de partida problemático ya que desde el punto de vista del objetivo del proletariado, la industrialización no es un fin en sí mismo y menos aún la medida de esto podemos buscarla hacia adentro del Estado nacional. Y esto es porque pensando desde la dinámica de la teoría de la revolución permanente, la revolución proletaria no acaba con la conquista del poder de los trabajadores y las transformaciones internas que puede hacer a nivel de la industria, sino que continúa la extensión de la revolución y la articulación entre las economías de la región en una Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina, en el camino de la revolución mundial. Y por esto creo que hay que problematizar esta idea de Peña del peronismo como un proceso de semi-industrialización, porque a pesar mostrar correctamente sus límites, nos puede llevar a una visión de una Argentina completamente socialista e industrializada.

Otra cuestión que no está en el texto, pero sí creo que hay que discutir, es su concepción sobre alguno de los aspectos de la Revolución Permanente. En el libro de Tarcus hay hipótesis sobre qué es lo que lo lleva al suicidio, pero allí está completamente subvalorado el hecho de que Peña fracasa en su apuesta política y eso lo lleva a la desmoralización. Peña era un entusiasta defensor del entrismo en el peronismo, y escribe varios artículos donde deja ver cómo pensaba que alrededor de la demanda de la vuelta de Perón por la cual se movilizan y organizan los obreros argentinos y protagonizan la resistencia, los obreros se armarían desatando un proceso revolucionario y llegarían a la conquista del poder. Y esta percepción limitada en relación a la perspectiva de la Revolución Permanente y el Programa de Transición, es la visión objetivista posteriormente criticada al morenismo, que planteaba que la fuerza de la lucha de las masas las llevaría a ir más allá de los límites que ponía la burguesía, pudiendo superarla por la dinámica propia de su movilización.

Peña plantea esto entre 1956 y 1959, en el momento de ascenso de la resistencia y una enorme lucha de clases en Argentina, uno de los grandes momentos de la lucha obrera en Argentina, donde la burguesía golpista comete el error, del cual sacará sus conclusiones en 1976, de liquidar la cúpula burocrática de los sindicatos, permitiendo el surgimiento de un nuevo activismo obrero[23]. Pero no podemos dejar de señalar que esa visión objetivista después tiene su precio, pues al no haber educado y formado en el marxismo a sus militantes,  cuando el activismo cae y luego cuando la lucha de la resistencia empieza a ser canalizada por un nuevo proceso de burocratización (Vandor), el morenismo queda fuertemente debilitado.

No creo que sea una hipótesis forzada decir que en su tragedia personal hay en parte una gran desilusión política. Y el artículo referido sobre el “Quietismo y conservadurismo de la clase obrera” explica en parte esto. Allí Peña pone el acento sobre un quietismo general de la clase obrera, y no sobre las fallas que pudieran haber tenido quienes trataron de construir una organización revolucionaria en ese momento.

A Peña lo tomamos como un historiador marxista y podemos decir que fue un enorme pionero. Ahora, no lo podemos pensar como dirigente revolucionario, ya que no estuvo a la altura. Si tenemos que discutir sobre él en ese terreno, entonces pesan sobre él todas sus debilidades y no sus puntos fuertes. En ese aspecto, Nahuel Moreno fue muy superior a Peña, ya que incluso construyó una corriente política nacional e internacional y fue una de las grandes figuras que construyó organizaciones en el movimiento obrero de esos tiempos. Como parte de una corriente militante, Peña aportó como intelectual al morenismo, pero por fuera de éste, no estuvo a la altura como constructor de otra organización política.

Por último quiero insistir con la desmitificación que hace la obra de Peña respecto a que los trotskistas no tendríamos una escuela historiográfica que estudie las realidades nacionales. No hay una interpretación de la historia nacional superadora de la de Peña, o a la de la escuela “Peña-Moreno”. Y esto muestra la fuerza que tiene la producción intelectual ligada a una perspectiva militante, frente a la burocratización del conocimiento que promueve la academia mientras sostiene que el militante desvirtúa el conocimiento científico en función de su interés político porque “pierde objetividad”. Nada más alejado de la realidad. La visión más profunda de la historia Argentina la han hecho los trotskistas, al igual que en numerosos países de América Latina. Como por ejemplo la Historia marxista de Chile, de Luis Vitale, argentino-chileno que durante gran parte de su vida fue militante trotskista. O La revolución interrumpida, considerada la mejor obra sobre la revolución mexicana de 1910, escrita por otro militante de tradición trotskista, Adolfo Gilly. Y esto es así porque hay una mirada teórica desde donde la teoría del desarrollo desigual y combinado y la visión de la revolución permanente, permiten una interpretación superadora contra esa visión esquemática y lineal del desarrollo de la historia, como tienen los historiadores estalinistas y los de las clases dominantes Hay que partir de acá para desarrollar una nueva visión historiográfica marxista, que supere puntos débiles en Peña como los que mencionaba Hernán [Camarero], como es el no haber presentado el otro componente de la historia nacional, como son las luchas de las clases subalternas, las de los orígenes y luego el papel central del movimiento obrero en la historia nacional.

La importancia de la apropiación de este texto y de la tarea que deja abierta. Leer este libro, que es apasionante, tiene que servir para que nuevos compañeros marxistas tomen la posta de completar, desarrollar y superar esta obra que sienta un camino.

LA MANIPULACIÓN DE LA FIGURA DE MILCÍADES PEÑA Y LOS MITOS DEL KIRCHNERISMO

 Christian Castillo:

El intento desde los pensadores “nac&pop” de apropiarse de Peña para sus propios objetivos políticos, puede resultar una gran paradoja. Porque quienes se atrevan a adentrarse en su obra verán que toda su elaboración es un ataque certero al populismo, desde el carácter que tuvo la conquista de América hasta el análisis del peronismo. Por ejemplo, en una nota al pie del comienzo del capítulo “El gobierno del como si. 1946-1955” sostiene “La Argentina es el país del como si. Durante muchos años lució como si fuera un país moderno en continuo avance, pero en realidad iba quedando cada vez más atrasado respecto a las naciones industriales; luego, desde 1940 hasta 1955, pareció como si la población toda se volviese más próspera, pero en realidad el país se descapitalizaba velozmente día tras día, y mientras se iba quedando sin medios de producción se atiborraba de heladeras, de telas y de pizzerías. Precisamente, el peronismo fue en todo el gobierno del “como si”. Un gobierno conservador que aparecía como si fuera revolucionario; una política de estancamiento que hacía como si fuera a industrializar al país; una política de esencial sumisión al capital extranjero que se presentaba como si fuera a independizar a la nación, y así hasta el infinito…”[24] Quizás estén exageradas algunas de esas definiciones, pero seguramente no les van a caer bien a los kirchneristas. Y si continuamos con la lectura, veremos que en la síntesis general señala: “Sindicalización masiva e integral del proletariado fabril y de los asalariados en general. Democratización de las relaciones obrero-patronales en los sitios de trabajo y en las tratativas ante el Estado. 33 % de aumento en la participación de los asalariados en el ingreso nacional. A eso se redujo toda la ‘revolución peronista’[25]. Ojalá los consejos de Feinmann y compañía hagan que los kirchneristas lean a Peña porque en seguida les surgirá que el kirchnerismo es el gobierno del “como si”, pero ahora degradado. Porque el kirchnerismo ni siquiera llega a ninguno de los puntos que señalaba recién Peña sobre el legado de diez años del primer peronismo. Retroceso de la participación de los asalariados en la renta nacional, continuidad del trabajo precario en un 35%, el pago de la deuda externa como nunca en la historia. Y uno podría decir: el gobierno que hizo como si tuviera una política independiente en la deuda externa cuando le pagó como nunca al FMI; el gobierno que hizo como si representara los intereses de los trabajadores cuando los empresarios se la llevaban en pala; el gobierno que hizo como si industrializara, mientras mantenía una estructura primarizada de la producción industrial.

INTELECTUALES Y PARTIDO REVOLUCIONARIO

Hacia el final de la charla se volvió a plantear un interesante debate sobre la relación entre intelectualidad marxista y militancia en un partido revolucionario, que estaba latente en algunas de las intervenciones anteriores:

Fernando De Leonardis:

(…) Los vínculos que planteaba Chipi entre Nahuel Moreno y Milcíades Peña, y también hablaba de Quebracho[26], de Liborio Justo, creo que también hay que matizarlo (…) Creo que se mezcla un poco y tiene que ver con que para mí Peña nunca fue un militante orgánico. Y en esto también tiene que ver la rigidez de la organización morenista. Exigirle la proletarización a un intelectual es una animalada. Y eso se puede ver hoy, cuando se intentan imponer algunas actividades que por ahí no son específicas para este tipo de militantes. (…) Y quería terminar con que Peña para mí perdura no tanto como dicen Tarcus y otros, eso de que en el mundillo académico de los ‘60 se leía a Peña y se lo reivindicaba. Sino que tiene que ver para mí con los militantes y esos libritos que circulaban de mano en mano, desde la base y desde la tradición trotskista.

Hernán Camarero

Esto que plantea Fernando es cierto en una dimensión, que es la objetiva tensión que hubo en la experiencia de Peña en su relación con un partido, con una corriente política. Efectivamente ahí hubo cruces bastante claros. Hay momentos en los que Peña no es orgánico, se autonomiza, hay diferenciaciones claras. (…) Pero eso no puede hacernos dejar de ver que hubo también problemas graves en su propio quehacer político, en su elaboración como intelectual. Pero vuelvo a decir: atención con las lecturas que intentan alejarlo del punto más fuerte, que es el del desarrollo de un pensamiento marxista revolucionario. Eso fue Peña y no un insumo para construir una intelectualidad que evapore las ideas, despojadas de cualquier posicionamiento político.

Christian Castillo

 

(…) Otra cosa que quería plantear. En el morenismo la relación con los intelectuales no fue siempre igual. Nosotros, los que en el pasado militamos en el MAS, durante más o menos tiempo, conocimos la versión más bárbara, o lo peor de esta relación. Donde un partido que llenaba estadios, no le prestaba ninguna atención a los debates intelectuales. No tenía ningún interés en intervenir en la producción intelectual nacional ni de debatir.

Ahora, hubo un momento donde Moreno sí tuvo una política intelectual fuerte. La revista Estrategia de emancipación nacional y social fue una política así, en el marco de intervenir intelectualmente en el espectro de lo que podría llamarse el ala izquierda del peronismo, mientras que las políticas del Partido Comunista giraban alrededor del apoyo a la Revolución Libertadora. Posteriormente, es evidente que el morenismo termina siendo una corriente que soslaya la teoría. Y nuestra ruptura como PTS con el morenismo también tiene que ver con esto: que el debate intelectual y la elaboración teórica puedan ser patrimonio común de lo más amplio que se pueda de la militancia. Nahuel Moreno decía, como un demérito de su propia corriente, “somos un trotskismo bárbaro”. Es decir, que no había tenido grandes personalidades intelectuales ni debates, en un país donde estos llegaban rebajados en relación a los centros del debate político y teórico mundial. Pero esto en una gran parte de la dirigencia del morenismo se transformaba en un justificador para no superarlo, para quedarse sin hacer nada al respecto. Y eso, aunque Moreno sí  debatía con intelectuales y sobre los temas más importantes de su momento. Pero había una gran diferencia entre él y el resto de los dirigentes de su corriente que quedaban opacados. Debatía, bien o mal, pero lo hacía, en el marco de que, desde nuestro punto de vista, Moreno tenía una orientación, en general, centrista. La prueba de su debilidad es el estallido del MAS por la imposibilidad de enfrentar los ataques del menemismo. Yo creo que Peña compartió con el morenismo una ilusión facilista de cómo se podía construir un partido sobre la base obrera peronista, claudicando, y donde las claudicaciones después se pagaron. La debilidad del propio morenismo en ese momento, fue llegar al Cordobazo del ’69 siendo una corriente muy pequeña. Y en esa debilidad influyó la política con la que hicieron el entrismo en el peronismo. Y posteriormente, en la década de 1990, más allá del hecho objetivo de la derrota de las privatizaciones, incluso después de que nosotros del PTS nos fuéramos del MAS, éste último partido podría haber soportado las derrotas y emerger como una organización más fuerte. Pero, sin embargo, implosionó. Su estrategia, su visión política de cómo iba a ser un proceso revolucionario en la Argentina lo llevó a cometer una serie importante de errores, agravados tras la muerte de Nahuel Moreno [enero de 1987]. El MAS comete una serie de importantes errores teóricos que después se traducen en debilidad política. Tenía una visión facilista del proceso político. Pero vino difícil, hubo derrota, fracaso, y entonces una gran parte de esa militancia se licuó. Y hoy seguimos pagando esa derrota, lo que hacemos hoy es un intento de reconstruir a partir de ella. Lo pasamos en limpio para tratar de no repetir esos errores. Y así, cuando nosotros [el PTS] empezamos a tener cierta incidencia y responsabilidad política, tratamos de superar las debilidades centristas que creemos que tuvo la conducción del morenismo. Por eso para nosotros es clave tener el mayor rigor en la teoría revolucionaria.


[1] Morenismo: Corriente trotskista fundada en 1943 en Argentina por Nahuel Moreno (1924-1987), que se expandió también a otros países, particularmente de Latinoamérica. Originalmente se llamó aquí Grupo Obrero Marxista (GOM), pero a lo largo de su historia adoptaría diversas denominaciones, hasta fundar en la década del ’70 el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) y en los ’80 el Movimiento al Socialismo (MAS) y una tendencia internacional, la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT). (NdE)

[2] Su trabajo más completo en polémica con Jorge Abelardo Ramos es Milcíades Peña, Industria, burguesía industrial y liberación nacional, Ediciones Fichas, Bs. As, 1974. (NdE)

[3] Munis fue un trotskista mexicano-español que intervino en la guerra civil española de la década de 1930. En 1951 rompe con la Cuarta Internacional junto con Natalia Sedova, viuda de Trotsky, y se posiciona por no defender a la URSS frente a los ataques de las potencias imperialistas. (NdE)

[4] Se refiere a la obra de Lenin, El desarrollo del capitalismo en Rusia, escrito entre 1896 y 1899. (NdE)

[5] Peña muere joven, se suicida a los 32 años, en 1965.

[7] El morenismo, entre 1945 y 1953, consideró al peronismo como un agente del capital inglés, (de ahí vendrían sus contradicciones con la Unión Democrática, pro-yanqui) y un intento totalitario de copamiento de los sindicatos. Desde 1953 girará 180 grados en su caracterización, remarcando el aspecto de cierta resistencia a las presiones imperialistas, e irá hacia políticas de “entrismo” en distintas organizaciones pro-peronistas o directamente peronistas, hasta 1964. (NdE)

[8] El “entrismo” fue una táctica desarrollada por Trotsky alrededor de 1934, que consistía en que los grupos trotskistas entraran, provisoriamente, en los partidos socialdemócratas, ya que una generación joven de obreros que se radicalizaban frente al ascenso del fascismo y giraban hacia posiciones revolucionarias, estaban sumándose a los PS (los partidos comunistas, con su férreo estalinismo, los rechazaban). El objetivo era captar a este sector, que tarde o temprano se terminaría enfrentando con las viejas direcciones reformistas socialdemócratas, para luego romper con esos partidos y fundar organizaciones revolucionarias independientes más fuertes. El morenismo concibe al entrismo al peronismo de una forma diferente. En primer lugar, porque no se trata de un partido obrero reformista (como eran los PS), sino de uno nacionalista burgués. Luego, porque lo concebían como una táctica a largo plazo para “radicalizar” al peronismo, y no como una forma de preparar las condiciones para superarlo políticamente. Sobre la táctica de entrismo en Trotsky, ver Andrea Robles, «La táctica de entrismo en Trotsky y la construcción del partido revolucionario», en Cuadernos del CEIP N°1, 2000 (NdE)

[9] PSRN: Partido Socialista de la Revolución Nacional. Ruptura del año 1953, pro-peronista, del tronco del viejo Partido Socialista, dirigida por Enrique Dickmann, exdiputado del PS. Los morenistas controlaban su Federación Bonaerense. (NdE)

[10] Para seguir la historia y los avatares de la corriente morenista, particularmente para entender la relación entre ésta y la actividad militante y las reflexiones sobre ella de Milcíades Peña, que son un tema recurrente en esta charla, se recomienda Ernesto González (coordinador), El trotskismo obrero e internacionalista en la Argentina, tomos 1 y 2, Bs. As., 1994 y 1996, Antídoto. (NdE)

[11] El nombre original completo del artículo es: “El legado del bonapartismo: conservadurismo y quietismo en la clase obrera argentina”, que Peña firma con el seudónimo “Gustavo Polit”, y apareció por primera vez en el número 3 de la revista Fichas, de septiembre de 1964. Se puede consultar en internet en: http://s3.amazonaws.com/Fichas/Fichas03.pdf.  Fue republicado en Milcíades Peña, Industrialización y clases sociales en la Argentina , Bs. As, Hyspamérica, 1986. (NdE)

[12] “Quietismo y conservadurismo…” es un texto que es necesario criticar y no cederle por considerarlo como “heterodoxo”, como han intentado algunos investigadores. No se trata de insultarlo o caracterizarlo como escéptico. Sino que es un texto que no sirve para entender la propia historia de la clase obrera de la década del 70. Apelar a una definición de “quietismo de la clase”, no sirve para entender ni el anterior proceso de resistencia obrera ni lo que viene después en el auge revoucionario.

[13] Un elemento central en la discusión con Ramos es el análisis de la clase dominante en Argentina, rompiendo con la visión mitológica, que intentaba mostrar como intereses contradictorios los de la burguesía industrial respecto a los de la burguesía agraria, piedra nodal de toda la historiografía populista, que busca un contenido progresivo en la primera contra la oligarquía agraria.

[14] El libro tiene ciertos problemas en su estructura, ya que de sus 500 páginas casi 400 se dedican al siglo XIX, y sólo hay dos capítulos referidos al siglo XX. Igualmente el aporte de Peña es importante ya que el primero está dedicado al radicalismo, mostrando el carácter nulamente transformador o reformista del mismo, mostrando cómo es un movimiento que tiene a la burguesía en su propio seno y donde las clases medias son base de maniobra de la clase dominante (tesis que luego desarrollan otros historiadores como David Rock); y el segundo al peronismo, mostrando como es un gobierno del “como si”, un gobierno que no trasforma las relaciones estructurales de la sociedad argentina, en un análisis desmitificador, que rompe con la idea de un peronismo anti imperialista, revolucionario.

[15] En este sentido es interesante mencionar la polémica de Peña con Jorge Abelardo Ramos, ya que el actual Secretario de Cultura (Jorge Coscia) y el Ministro de Educación (Alberto Sileoni) provienen de la corriente de Ramos, y no es casual que “Revolución y Contrarrevolución en Argentina” sea un texto de cabecera y formación para lo que sería la “izquierda kirchnerista”. Y estamos hablando de un autor que señala a Roca como un General progresista…

La corriente de Jorge Abelardo Ramos es la tradición política conocida como “Izquierda Nacional”. Esta surge junto con el peronismo cuando la corriente trotskista que dirigía Ramos apoya a Perón. La Izquierda Nacional intentará, al principio, una especie de sincretismo entre el marxismo de Trotsky por un lado, y el nacionalismo burgués de Perón por el otro. Con el paso del tiempo esta corriente irá perdiendo cada vez más todo intento de identificarse en el trotskismo y girará cada vez más a la derecha, transformándose en apologistas de las fuerzas armadas y de la burguesía argentina. J.A. Ramos terminará sus días como embajador de Menem en México. (NdE)

[16] Horacio Tarcus es autor de un libro que es una biografía de Milcíades Peña y de Silvio Frondizi, llamado El marxismo olvidado en la Argentina.  Ed. El Cielo por Asalto, Bs. As. 1996. Tarcus militó durante algunos años en la década de 1970 en la corriente Política Obrera, antecesora del actual Partido Obrero (PO). En la introducción a su libro plantea que éste es un ajuste de cuentas definitivo con lo que consideraba su propia tradición política, el trotskismo.  Para una crítica a este libro de Tarcus, ver Christian Castillo, “A propósito de El marxismo olvidado. Tarcus reinventa a Peña y a Frondizi. Anatomía de una mistificación”, en la revista Lucha de Clases, primera época, Año 1, N° 1, 1997.  (NdE)

[17] Michael Löwy es un sociólogo y filósofo brasileño residente en Francia. Es un referente intelectual histórico de la corriente trotskista internacional fundada por Ernest Mandel. Löwy escribió el prólogo del libro de Tarcus mencionado arriba. (NdE)

[18] El propio Tarcus sostiene esto en su interpretación en esa versión vulgar de que un militante trotskista explica mejor cómo fue la toma del Palacio de Invierno y no conoce la historia del peronismo. El trabajo de Peña es un golpe en la nariz a estas caricaturas sobre la izqueirda.

[19] Para un relato de los orígenes del trotskismo argentino en la década de 1930 y la discusión sobre el problema de la “liberación nacional” en sus filas (el debate entre Liborio Justo y Antonio Gallo), ver Alicia Rojo, “El trotskismo argentino frente a la Segunda Guerra Mundial”, en Cuadernos del CEIP León Trotsky N° 2, 2001. (NdE)

[20] Hay que tener en cuenta la interpretación de Halperín Donghi, quien dice que el fenómeno de Mayo fue mucho más “subversivo” donde no tenía importancia directa, es decir donde no tenía aliados sociales, en contraposición a donde sí los tenía y podía ligarse a las formas de la gobernabilidad anterior. Según esta visión, como en el Alto Perú toda o gran parte de la clase dominante estaba con los españoles, entonces las medidas fueron más radicales, mientras que en el lugar donde se origina el movimiento de Mayo fue mucho más limitado.

[22] Esto no era menor para la política, ya que si las medidas de los gobiernos expresaban una resistencia al imperialismo, el proletariado debía apoyar y pelear por profundizar las medidas anti-imperialistas, aunque manteniendo la independencia política respecto a estos gobiernos, para ir en una dinámica que entrelazara las tareas democrático-burguesas, con la expropiación generalizada de la burguesía, la toma del poder por la clase obrera y la revolución socialista. (NdE)

[23] Ahora bien, aunque no estemos de acuerdo con la política del entrismo al peronismo que llevó Moreno, hay que reconocer que los trotskistas tienen el enorme mérito de haber intentado influenciar ese activismo, partiendo de que tenían que ir en contra de la estigmatización de la izquierda dada por la actitud gorila del Partido Comunista en el golpe de 1955.

[24] M. Peña. Historia del pueblo argentino, Emecé, 2011. cap. XVII, pág. 495, nota al pie 68. Esta cita proviene originalmente del artículo “El legado del bonapartismo: conservadurismo y quietismo en la clase obrera argentina”, revista Fichas N° 3, 1964

[25] M. Peña. Ibídem, pág. 530.

[26] Quebracho era el seudónimo con el que Liborio Justo firmó muchas de sus obras.

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Lanzamiento de las Obras Escogidas de León Trotsky del CEIP en coedición con la Casa Museo “León Trotsky”

 

Domingo 29 de abril, Feria del Libro de Buenos Aires

Entrevista a Andrea Robles y Gabriela Liszt (CEIP) y a Julio Rovelli (Ediciones IPS)

¿Por qué se propusieron publicar las Obras Escogidas de León Trotsky?

AR: Confluyeron varias cuestiones. Una de ellas es la actualidad que adopta su legado en momentos en que la crisis económica mundial plantea la necesidad de una alternativa al capitalismo. Porque brinda herramientas ineludibles para comprender el presente y prepararse para enfrentar a un sistema que no puede dar ninguna salida progresiva a la humanidad. Nuevas generaciones despiertan a la vida política y nosotros, que conformamos un centro militante, nos proponemos facilitar el acceso a esas herramientas. Muchas de sus obras no existen hoy en el mercado editorial ya que en su mayoría fueron publicaciones de los años ’70 (o anteriores). La otra cuestión está vinculada a la experiencia del CEIP “León Trotsky”, fundado en un momento de triunfalismo del “pensamiento único” neoliberal por nuestro partido, el PTS, y nuestra corriente internacional, para mantener vivas las conquistas teóricas y políticas de nuestra tradición con estudios, investigaciones y publicaciones. Esa experiencia es la base que nos permite planear esta nueva escala y asumir esta nueva responsabilidad. Por último, está el apoyo de intelectuales, investigadores trotskistas o de personalidades como la del nieto de Trotsky, Esteban Volkov, que es para nosotros un importante respaldo, y es quien nos recomendó al director de la Casa Museo…

Nos decían que se concretó la coedición de toda la colección con la Casa Museo León Trotsky…

AR: Sí, estamos muy contentos. Nuestros compañeros de la LTS de México lo acordaron con el director del Museo, el profesor José Antonio González de León. Además del aval a la labor del CEIP, nos ayudará en nuestro objetivo de traspasar con esta colección las fronteras de nuestro país y, en lo posible, llegar a todos los países de habla hispana. En general creemos que hay “terreno fértil” para este gran desafío: intelectuales que ven a Trotsky como una referencia o que simpatizan con sus ideas, otros que también revaloran muchos de sus trabajos; hay una nueva generación de militantes que la aprovechará para conocer o profundizar el estudio de su obra. De ello, seguramente surgirán opiniones y debates, ampliando su influencia. Nosotros vamos a alentar a que eso ocurra. Pensá que vamos a publicar más de veinte títulos, mejorados y ampliados con textos inéditos en castellano.

¿Por qué el primer tomo de la colección es Stalin, el gran organizador de derrotas?

GL: El libro, compilado por Trotsky, contiene los documentos que, ya desde su exilio en Alma Ata, escribió para el VI Congreso de la Internacional Comunista de 1928 y su balance posterior. Trotsky polemiza fuertemente con el documento presentado por Bujarin (dirigente del ala derecha del Partido Comunista de la URSS y en ese momento aliado de Stalin, quien luego lo ejecutaría). Aunque Trotsky comenzó su lucha contra la burocracia en 1923, ésta avanzó luego de la derrota de la revolución alemana de ese mismo año y por el aislamiento de la economía soviética. La URSS dependía del triunfo de la revolución en países avanzados como Alemania para poder proseguir el camino al socialismo. Trotsky ataca el eje central del documento: su negación a admitir la derrota de la política de la IC en Alemania, subestimando su importancia y la nueva teoría de Stalin, la “teoría del socialismo en un solo país”, que consideraba que la URSS podría llegar sola al socialismo, sin la revolución mundial. Trotsky demuestra que esta teoría está completamente alejada del marxismo, ya que negaba que el capitalismo es un sistema mundial dividido en clases sociales contrapuestas y que la única forma de superarlo era a través de que los trabajadores, llevando tras de sí a todos los sectores oprimidos, tomaran el poder en los países de economías más desarrolladas. Demuestra cómo frente a los últimos acontecimientos internacionales más importantes, posteriores al anterior Congreso (1924) y sin la presencia de Lenin, como la revolución alemana, la huelga general inglesa de 1926 y la revolución china de 1925-27, la Internacional Comunista había actuado en función de defender los intereses de Stalin y su camarilla. En la primera negándose a dirigirla, en el segundo caso conciliando con el imperialismo inglés, y en la tercera, conciliando con la burguesía nacional y con actos putchistas desesperados, impidiendo de este modo el desarrollo de la revolución socialista internacional. Para Trotsky era necesario “enderezar a la Internacional”, reemplazando a su máxima dirección, ya que el Estado obrero conquistado se encontraba frente a la disyuntiva de avanzar hacia el socialismo a través de la revolución internacional o de ser derrotado por el imperialismo, subordinándolo al capitalismo. Este libro tiene la importancia de ser uno de los textos fundacionales de la Oposición de Izquierda Internacional, la futura IV Internacional.

¿Qué tiene de novedoso esta edición?

GL: Para esta edición cotejamos una versión en castellano con la primera versión que autorizó Trotsky, la francesa de 1930. A la edición en castellano le agregamos tres artículos traducidos del francés: una declaración de los oposicionistas, “La crisis de la Internacional”, escrita por Trotsky el mismo día que los otros documentos al Congreso, donde solicitan su inmediata reincorporación al partido; un prefacio a una edición alemana de “¿Quién dirige hoy la Internacional Comunista?”; y un apéndice que forma parte de la edición francesa, “¿Socialismo en un solo país?”. Y junto a las palabras preliminares de Esteban Volkov, hemos realizado una nueva presentación, agregamos nuevas notas al pie (junto a la traducción de las francesas) y biográficas.

¿Qué relación tiene esta colección con las Ediciones del IPS?

JR: Desde el 2006, Ediciones del IPS tiene el objetivo de ser un centro editorial especializado en marxismo, que abarque todo tipo de temáticas: históricas, teóricas, políticas, de género, incluso literarias. Contamos con un amplio catálogo que incluyen las publicaciones del CEIP “León Trotsky”, pero también de otros autores marxistas. Esta colección de Obras Escogidas será indudablemente un gran aporte editorial.

Su lanzamiento, lejos de ser un “negocio editorial”, tiene el objetivo de llegar a los que hoy militan por la revolución socialista, a los intelectuales marxistas y a los jóvenes que hoy despiertan a la vida política en búsqueda de una salida a la crisis actual.


Palabras preliminares de Esteban Volkov, nieto de León Trotsky (extractos)

Ciudad de México, marzo de 2012

La humanidad está entrando en un período de asombrosos avances científicos y tecnológicos, pero las estructuras ancladas en el pasado, basadas en la codicia y el parasitismo de un caótico y obsoleto capitalismo, rechazan toda innovación y progreso en el terreno socio-económico.

Más que nunca, el dilema es “barbarie o socialismo”: para salir de la barbarie del capitalismo, solo queda retomar el camino al socialismo. (…)

Para lograr estos objetivos, nada más valioso que el inmenso arsenal ideológico legado por el indomable revolucionario León Trotsky durante sus 43 años de lucha (…). Muerto Lenin, se enfrentó al inesperado surgimiento de un proceso contrarrevolucionario llevado a cabo por una voraz burocracia dirigida por José Stalin. Nadie como Trotsky analizó y desentrañó este nuevo acontecer histórico. Como protagonista de uno de los capítulos más trascendentes de la historia contemporánea, como fue la Revolución Rusa, (…) tuvo el mérito de haber transcrito minuciosamente, con gran precisión y certero análisis marxista, este trascendente capítulo de la historia. Gracias a ello nos deja un vasto y muy valioso arsenal revolucionario marxista imperecedero, de experiencias y armas ideológicas, para los revolucionarios presentes y futuros.

Una de las tareas que Trotsky consideraba primordial era la educación política de los revolucionarios. En este sentido, sólo me resta felicitar al Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky” por continuar esta importantísima labor con el valioso trabajo editorial que están llevando a cabo con este nuevo emprendimiento, la publicación de las Obras Escogidas de León Trotsky, que comprende títulos tales como La revolución traicionada, 1905, Escritos sobre España, Mi vida, Historia de la Revolución Rusa, La lucha contra el fascismo y tantos otros escritos que son claves para la causa socialista. Un proyecto que aporta a retomar la experiencia de esta generación de revolucionarios, sus enseñanzas y tradiciones, así como a plantear la actualidad que conservan para preparar un nuevo porvenir sin opresión.

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Esteban Volkov y Gabriela Liszt: Prólogos del primer tomo de las Obras Escogidas de León Trotsky

Esteban Volkov es nieto de Trotsky y dirige la Casa Museo León Trotsky de México
 
Gabriela Liszt es investigadora y miembro del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones (CEIP) León Trotsky de Buenos Aires
 
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Stalin el gran organizador de derrotas

León Trotsky

332 páginas 
Abril 2012
Ediciones IPS/Museo Casa León Trotsky

PALABRAS PRELIMINARES

Esteban Volkov

Ciudad de México, marzo de 2012 

La humanidad está entrando en un período de asombrosos avances científicos y tecnológicos, pero las estructuras ancladas en el pasado, basadas en la codicia y el parasitismo de un caótico y obsoleto capitalismo, rechazan toda innovación y progreso en el terreno socio-económico.

Más que nunca, el dilema es “barbarie o socialismo”: para salir de la barbarie del capitalismo, solo queda retomar el camino al socialismo. Tras una interminable secuencia de mortíferas guerras imperialistas de expoliación de recursos, así como traiciones y derrotas de muchas revoluciones a manos de burocracias parasitarias, la humanidad por desgracia se está deslizando a paso veloz hacia la barbarie. Solo hay dos opciones: que los avances, como hasta ahora, sirvan para poder explotar cada vez más eficientemente a la gran mayoría de la humanidad, aumentando su miseria y sufrimiento, desperdiciando valiosos recursos no renovables, así como contaminando y destruyendo nuestra morada terrestre; o bien, hacer posible la aplicación de los avances científicos y tecnológicos al hasta ahora vedado terreno de la organización socio-económica de la sociedad para construir una estructura social justa, para que estos avances se utilicen en traer bienestar a toda la humanidad, así como para cuidar y conservar nuestro planeta, maravilloso oasis que nos ha tocado en suerte habitar en el cosmos.

Para lograr estos objetivos, nada más valioso que el inmenso arsenal ideológico legado por el indomable revolucionario León Trotsky durante sus 43 años de lucha, 42 de los cuales militó bajo las banderas del marxismo. Su experiencia fue invaluable: fue, junto con Lenin, un personaje clave en la preparación, realización y triunfo de la primera revolución socialista en la tierra, en Octubre de 1917 en Rusia. Muerto Lenin, se enfrentó al inesperado surgimiento de un proceso contrarrevolucionario llevado a cabo por una voraz burocracia dirigida por José Stalin. Nadie como Trotsky analizó y desentrañó este nuevo acontecer histórico. Como protagonista de uno de los capítulos más trascendentes de la historia contemporánea, como fue la Revolución Rusa, tuvo el privilegio de ser testigo de primer orden en dichos eventos, y tuvo el mérito de haber transcrito minuciosamente, con gran precisión y certero análisis marxista, este trascendente capítulo de la historia. Gracias a ello nos deja un vasto y muy valioso arsenal revolucionario marxista imperecedero, de experiencias y armas ideológicas, para los revolucionarios presentes y futuros.

Una de las tareas que Trotsky consideraba primordial era la educación política de los revolucionarios. En este sentido, solo me resta felicitar al Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones “León Trotsky” por continuar esta importantísima labor con el valioso trabajo editorial que están llevando a cabo con este nuevo emprendimiento, la publicación de las Obras escogidas de León Trotsky, que comprende títulos tales como La revolución traicionada, 1905, Escritos sobre España, Mi vida, Historia de la Revolución Rusa, La lucha contra el fascismo y tantos otros escritos que son claves para la causa socialista. Un proyecto que aporta a retomar la experiencia de esta generación de revolucionarios, sus enseñanzas y tradiciones, así como a plantear la actualidad que conservan para preparar un nuevo porvenir sin opresión.

PRESENTACIÓN

Gabriela Liszt 

Con este libro, comenzamos un nuevo proyecto de Ediciones IPS y el Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones (CEIP) “León Trotsky”, con el apoyo de Esteban Volkov, nieto de León Trotsky y en coedición con el Instituto del Derecho de Asilo-Museo Casa de León Trotsky, A. C. de México, con el que nos proponemos publicar una serie de Obras escogidas de León Trotsky, teniendo en cuenta que muchas de ellas hace décadas que han dejado de ser editadas (como el presente libro) en lengua castellana y que todas ellas pueden ser mejoradas, dada la mayor existencia de centros y fuentes dedicados al trotskismo, sobre todo, desde la década de los ‘80, así como la calidad editorial y de su traducción.

No es casual que el presente libro sea el N.º 1 de esta colección (que abarcará alrededor de 30 títulos y no guardará una numeración cronológica), ya que se lo puede considerar como uno de los textos fundacionales de lo que será la futura IV Internacional. Las nuevas generaciones, no pueden comenzar desde cero. Las tradiciones y las lecciones revolucionarias dejadas por revolucionarios como Lenin, Trotsky o Rosa Luxemburgo en el siglo XX (atravesado por los más grandes procesos revolucionarios y contrarrevolucionarios) tienen que ser la base desde donde partir para pensar cómo conquistar socialismo futuro. Esperamos que esta colección cumpla con este objetivo.

                                                                                * * *

El siguiente libro fue publicado como tal bajo la autorización de Trotsky, por la editorial Rieder en Francia en 1930, y editado varias veces el mismo año. Ya desde el ‘29, grupos o militantes que se habían ligado a la Oposición por el conocimiento de estos textos los publicaron, muchas veces como folletos separados, en numerosos idiomas . 

La mayoría de estos documentos fueron escritos por Trotsky en su destierro, en Alma Ata, entre julio y octubre de 1928. Como aclara Trotsky en su prólogo de 1929, ya desde su exilio en Turquía, las dos primeras partes fueron dirigidas al VI Congreso de la Internacional Comunista (IC), y las dos últimas fueron posteriores a su realización. El documento más importante, la “Crítica al Proyecto de Programa” (la Parte 2 del presente libro), fue redactado en julio de 1928 y acompañado por una declaración donde Trotsky reclama el cese 

de las persecuciones, deportaciones y cárcel a los Oposicionistas (bolcheviques-leninistas) y su readmisión en el PCUS , al mismo tiempo que se niega a renunciar a su lucha (“Sólo funcionarios corruptos hasta la médula pueden exigir semejante abjuración –la renuncia a toda actividad política en general y, en especial, en la Internacional– de un revolucionario. Sólo renegados despreciables podían hacer semejantes promesas” ), para buscar el “enderezamiento” del curso centrista que había adoptado la Internacional, luego de la muerte de Lenin. A su vez, los oposicionistas exiliados mostraban una gran combatividad, organizando grandes huelgas en Kiev, y manifestaciones contra la represión en Ucrania y Georgia. 

La “Crítica al Proyecto de Programa”, que fue impresa y circuló inicialmente “por error” y luego clandestinamente durante el VI Congreso, permitió la formación de la Oposición de Izquierda Internacional, la futura IV Internacional. La Oposición china, entre otras, surgió luego de la lectura y discusiones de Chen Du-xiu y Peng Shu-tsé del “Balance y perspectivas de la revolución china” y “La cuestión china después del VI Congreso” . Su lectura también ganó para la Oposición al futuro dirigente del SWP norteamericano, James P. Cannon. Junto a los documentos y resoluciones de los cuatro primeros Congresos de la Internacional Comunista, estos textos constituyen para Trotsky el basamento y programa de la Oposición.

Recurrentemente a lo largo del libro Trotsky resalta cómo, en el “Proyecto de Programa de la IC” escrito por Bujarin, existen varias formulaciones teóricas y programáticas que en general y tomadas aisladamente podrían ser 

consideradas correctas. Sin embargo, al mismo tiempo, resalta cómo esas definiciones, al no estar al servicio de sacar las conclusiones fundamentales de los principales procesos de la lucha de clases a nivel mundial ocurridos desde el IV Congreso (1922), tras el cual habían transcurrido hechos importantísimos donde había participado la IC y sus secciones: la derrota de la revolución en Alemania de 1923, la traición del Comité anglo-ruso a la huelga general inglesa de 1926 y la derrota de Cantón en 1927 a manos del Kuomintang, y ligadas a una justa orientación, dieron lugar a un eclecticismo teórico y a un desbarranque en el plano de la táctica y de la estrategia.

La unión de las 4 partes fue realizada por Trotsky bajo el título de La III Internacional después de Lenin. Sin embargo, pasó a ser más reconocido como Stalin, el gran organizador de derrotas . 

Entre otros conceptos, Trotsky explicita la relación orgánica entre el desarrollo de la teoría del socialismo en un solo país (como expresión teórica de la reacción sobre la Revolución de Octubre, producto de su aislamiento) y el abandono, por parte del stalinismo, de los principios estratégicos forjados por el Partido Bolchevique en la Revolución Rusa y de la III Internacional en sus cuatro primeros Congresos: “La imposibilidad de construir una sociedad socialista aislada –no en utopía, en la Atlántida, sino en las condiciones concretas geográficas e históricas de nuestra economía terrestre– está determinada para diversos países, en grados diversos, tanto por la extensión insuficiente de ciertas ramas como por el desarrollo ‘excesivo’ de otras. De conjunto, esto significa justamente que las fuerzas de producción contemporáneas son incompatibles con las fronteras nacionales” (p. 121 de la presente edición).

A diferencia de la II Internacional (época de desarrollo relativamente pacífico del capital), la III fue fundada en una época de guerras, crisis y revoluciones, la época imperialista. Hasta la III Internacional el concepto de estrategia era prácticamente ajeno al marxismo. Se discutía en términos de táctica, no había diferenciación entre uno y otro concepto: “la labor estratégica se reducía a nada, se disolvía en el ‘movimiento’ cotidiano con sus consignas sacadas de la táctica cotidiana. Sólo la III Internacional restableció los derechos de la estrategia revolucionaria del comunismo, a la cual subordinó completamente los métodos tácticos” (p. 132 de la presente edición). Y luego agrega que, con Bujarin y Stalin, “El problema fundamental del programa, es decir, la estrategia del golpe de Estado revolucionario (las condiciones y los métodos que conducen a la insurrección, la insurrección propiamente dicha, la conquista del poder) es examinada secamente y con parsimonia […]. Es decir, se consideran los grandes combates del proletariado sólo como acontecimientos objetivos, como expresión de ‘la crisis general del capitalismo’, y no como la experiencia estratégica del proletariado (p. 133 de la presente edición). Trotsky da una importancia fundamental a la estrategia, a la que entiende como algo que no es reductible a los objetivos y los fines que se establecen en el programa, al mismo tiempo que destaca la unidad inescindible entre ambos. Es decir, no alcanza con responder “qué pretendemos conquistar” sino también “cómo nos proponemos conquistarlo”, pregunta propia de la estrategia.

Como destaca, la falta de una estrategia revolucionaria y las tácticas en función de ésta, lleva a la adaptación a las distintas corrientes reformistas y centristas, no revolucionarias e incluso contrarrevolucionarias.

La toma del poder en un país sólo es una estrategia en la medida que conduce a la revolución mundial (concepción totalmente alejada de la caricatura de Bujarin, según la cual la “permanencia” de la revolución significaba que esta se podía dar en todo momento y lugar) y ésta a su vez, a la revolución internacional. Dice Trotsky: “El carácter revolucionario de la época no consiste en que permite, en todo momento, realizar la revolución, es decir, tomar el poder. Este carácter revolucionario está asegurado por profundas y bruscas oscilaciones, por cambios frecuentes y brutales. […] Si no se comprende de una manera amplia, generalizada, dialéctica, que la actual es una época de cambios bruscos, no es posible educar verdaderamente a los jóvenes partidos, dirigir juiciosamente desde el punto de vista estratégico la lucha de clases, combinar legítimamente sus procedimientos tácticos ni, sobre todo, cambiar de armas brusca, resuelta, audazmente ante cada nueva situación” (pp. 135, 138 y 139 de la presente edición).

Ese objetivo está indisolublemente ligado a la autoorganización de las masas, como lo hicieron las masas rusas bajo la forma de soviets, organismos que no aparecen “por decreto”, como intentó el stalinismo en Cantón, luego de haberse negado durante años a impulsar su formación entre las masas: “En la acción, las masas deben sentir y comprender que el soviet es su organización, de ellas, que reagrupa sus fuerzas para la lucha, para la resistencia, para la autodefensa y para la ofensiva. No es en la acción de un día ni, en general, en una acción llevada a cabo de una sola vez como pueden sentir y comprender esto, sino a través de experiencias que adquieren durante semanas, meses, incluso años, con o sin discontinuidad” (p. 220 de la presente edición). 

Pero la autoorganización de las masas no es suficiente, ya que “El oportunismo, que vive consciente o inconscientemente bajo el yugo de la época pasada, se inclina siempre a subestimar el rol del factor subjetivo, es decir, la importancia del partido revolucionario y de la dirección revolucionaria. Esto se manifestó plenamente durante las discusiones sobre las lecciones del Octubre alemán, del Comité anglo-ruso y la Revolución china. En estas ocasiones, como en otras menos importantes, la tendencia oportunista intervino siguiendo una línea política que contaba demasiado directamente con las ‘masas’, negando los problemas de la ‘cima’ de la dirección revolucionaria. Desde un plano teórico general, este enfoque es erróneo y en la época imperialista aparece como fatal” (p. 137 de la presente edición).

Con la III Internacional burocratizada, Trotsky va a ser el único que encarará en profundidad el balance de los principales procesos de la lucha de clases enriqueciendo enormemente el acervo estratégico del marxismo.

Establece una relación compleja entre lo político y lo económico, entre lo objetivo y lo subjetivo, entre la crisis capitalista, los momentos de estabilización y el papel que cumplen en estos las derrotas de la clase obrera: “No hay situaciones absolutamente sin salida’ –dice Trotsky, siguiendo a Lenin–. La burguesía puede superar sus contradicciones más difíciles únicamente siguiendo la ruta abierta por las derrotas del proletariado y los errores de la dirección revolucionaria.

Pero lo contrario también es verdad. No habrá un nuevo ascenso del capitalismo mundial […] si el proletariado sabe encontrar el medio de salir por el camino revolucionario del presente equilibrio inestable” (p. 125 de la presente edición). La revolución de 1923 y su derrota es una gran fuente de enseñanzas. Para Trotsky la dirección del partido alemán, luego de haber tenido una orientación ultraizquierdista en 1921, se volcó, tal como le recomendó el III Congreso de la IC, a la “lucha por las masas”; pero se había vuelto incapaz de deshacerse de la rutina y de esta forma la táctica terminó desplazando a la estrategia. Trotsky advierte sobre este peligro cuando plantea que “La lucha cotidiana para conquistar a las masas absorbe toda la atención, crea su propia rutina en la táctica e impide ver los problemas estratégicos que se deducen de los cambios en la situación objetiva” (p. 142 de la presente edición). 

A través del ejemplo del Comité anglo-ruso y de las relaciones con el Kuomintang chino, que terminaron en una derrota aplastante, Trotsky demuestra cómo la política de la IC es convertir acuerdos temporales o circunstanciales en alianzas estratégicas, aunque esto signifique incluso, la masacre de miles de comunistas chinos. La IC, como todo centrismo, sostenía una política de derecha llevando a grandes derrotas y luego, con una relación de fuerzas desfavorable, se lanzaba a aventuras ultraizquierdistas para cubrir las consecuencias de sus propios actos.

A partir del VI Congreso la IC comenzó su giro “ultraizquierdista”, el que llegó a su punto culminante cuando permitió el ascenso del fascismo en Alemania, por negarse a realizar un frente único con la socialdemocracia, a la que acusaba de “socialfascista”. Este curso seguirá hasta el VII Congreso de la IC, en 1935, cuando vota la aplicación en todos los países de la política de los “frentes populares”, frentes de colaboración de clases que llevaron a la derrota procesos revolucionarios como los de Francia y España (derrotas que allanaron el camino a la Segunda Guerra Mundial), para luego desembocar en la alianza con el nazismo en 1939, a través del pacto Hitler-Stalin. 

El derrotero de la teoría del socialismo en un solo país llegó a sus últimas consecuencias cuando Stalin, como demostración de su actitud conciliadora hacia los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, disuelve la Internacional en 1943 por carecer de “funcionalidad”. La renuncia a la revolución internacional por la burocracia stalinista fue lo que permitió que dos sistemas de por sí antagónicos (a pesar de las deformaciones burocráticas) pudieran coexistir durante tantos años. Inevitablemente, como planteó Trotsky, un sistema iba a terminar triunfando sobre el otro.

Por el contrario, Trotsky desarrollará y generalizará su teoría de la revolución permanente, plasmada en una polémica con Karl Radek alrededor de la política hacia la revolución china y el Kuomintang, que finaliza en sus 14 “Tesis fundamentales” . Aunque a través de esta polémica demostrará que el imperialismo ha dejado de lado la vieja distinción entre países maduros o inmaduros para la dictadura del proletariado, sean países avanzados como Alemania, imperios decadentes como Rusia o países atrasados como China, ya en la “Crítica al Proyecto de Programa”, adelanta esta generalización de su teoría: “Por sí misma, la tesis de la falta de madurez económica y cultural, tanto de China como de Rusia (evidentemente mayor todavía en China que en Rusia) no puede ser discutida. Pero no se puede deducir de esto que el proletariado deba renunciar a la conquista del poder, cuando esta es dictada por todas las condiciones históricas y por una situación revolucionaria en el país. 

La cuestión histórica concreta, política, se reduce a saber, no si China está económicamente madura para establecer su propio socialismo, sino más bien si, políticamente, está madura para la dictadura del proletariado. Estas dos cuestiones no son de ninguna manera idénticas. Lo serían si no existiese en el mundo una ley del desarrollo desigual. En el presente caso, esta ley, que se extiende enteramente a las relaciones mutuas entre la economía y la política, es perfectamente aplicable. ¿Está China, entonces, madura para la dictadura del proletariado? Sólo la experiencia de la lucha podrá decirlo de una forma indiscutible” (p. 223 de la presente edición).

Las “Tesis fundamentales” demostraron frente a cada nuevo fenómeno de la lucha de clases como el fascismo, la guerra civil española o los bonapartismos “sui generis”, la perspectiva de la revolución proletaria internacional. La IV Internacional se fundó en 1938, como continuación de la Oposición de Izquierda Internacional, preparándose para ser una alternativa a las direcciones que, como la socialdemocracia o el stalinismo, eran (y son) un obstáculo para la revolución internacional, para conducir al triunfo a los procesos revolucionarios que, seguramente, se desarrollarían, tanto en los países imperialistas como en las semicolonias, debido a los padecimientos de las masas durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque la IV Internacional no pudo dirigir estos procesos, consideramos que la aguda crisis del capitalismo mundial actualmente en curso pone de relieve, nuevamente, la necesidad de llevar adelante esta tarea.

                                                                                * * *

Esta obra fue realizada por un equipo de Ediciones IPS y el CEIP. La edición general estuvo a cargo de Gabriela Liszt, quien junto a Rossana Cortez tuvieron a su cargo las traducciones del francés. Demian Paredes y Valeria Foglia fueron los responsables de la corrección de estilo. Y Julio Patricio Rovelli de la producción editorial.

Agradecemos especialmente a Pablo Oprinari y a Bárbara Funes por sus gestiones para la coedición de las Obras escogidas de León Trotsky con el Instituto del Derecho de Asilo-Museo Casa de León Trotsky, A. C.

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[1] La presente edición está basada en traducciones castellanas pero ha sido cotejada y modificada según la edición original francesa. Julián Gorkin realizó una traducción al español en 1930.

[2]Los oposicionistas fueron expulsados del PCUS en el XV Congreso (1927).

[3] Ver “La crisis de la Internacional”, p. 23 de esta edición. Más adelante, en una carta del 16 de diciembre de 1928, frente al ultimátum de expulsión de la URSS, Trotsky cita esta parte de la declaración, agregando: “No tengo nada que quitar ni añadir a estas palabras” (León Trotsky,Mi Vida, Bs. As., Pluma, 1979, p. 444).

[4] Cf. Pierre Broué, Histoire de l’International communiste, París, Fayard, 1997, p. 570.

[5]Para esta edición, hemos agregado tres textos no incluidos en anteriores ediciones españolas. El primero, la declaración ya nombrada; el segundo, un “Prefacio a una edición alemana” como folleto de la Parte 4 (“¿Quién dirige hoy la Internacional Comunista?”), y un anexo: “¿Socialismo en un solo país?”. Las notas entre corchetes que dicen NdEF pertenecen a la edición francesa; las que dicen NdEE pertenecen a la edición española; las que dicen NdLT y LT, que tambien aparecen entre paréntesis son del autor. Las signadas con NdE pertenecen a esta edición.

 [6] Ver León Trotsky, La teoría de la revolución permanente (compilación), 3.º ed., Bs. As., Ediciones IPS, 2011, p. 239. 

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Lanzamiento de las Obras Escogidas de León Trotsky en la Feria del Libro

 
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 Presentación del primer tomo en la Feria del Libro 

Stalin el gran organizador de derrotas

León Trotsky

332 páginas 
Abril 2012
Ediciones IPS/Museo Casa León Trotsky

El 29/4 de abril en la Feria del libro, el CEIP “León Trotsky” presentará Stalin el gran organizador de derrotas, su más reciente publicación que contó con el apoyo de Esteban Volkov, nieto de León Trotsky, y se realizó en coedición con el Museo Casa de León Trotsky.  Este libro será el primero de una la colección de Obras Escogidas que serán publicadas por Ediciones IPS.

El CEIP “León Trotsky”planea publicar sus obras clásicas, como la conocida biografía Mi Vida o su Historia de la Revolución Rusa, La revolución traicionada, Escritos sobre España, La lucha contra el fascismo o sus textos sobre arte, cultura y vida cotidiana, así como también compilaciones temáticas, algunas ya publicadas por el CEIP, que incluyen textos inéditos y que en esta nueva serie serán ampliados, tratando de abarcar una buena parte de su vasto legado.

Este libro reúne los documentos que presentó la Oposición de Izquierda previa y posteriormente al VI Congreso de una Internacional Comunista ya burocratizada bajo la dirección de Stalin. Aunque no pudo ser discutido debido a la censura de la burocracia, logró llegar e impactar a varios militantes de diferentes países y, de este modo, a pesar de las persecuciones, deportaciones y cárceles que estaba sufriendo la Oposición, sentó las bases para la fundación de la Oposición de Izquierda Internacional.

Trotsky escribió estos documentos desde su destierro en Alma Ata, apenas acaecida la muerte de su hija Nina. Cuando pudo reunir toda la documentación ya sufría el exilio en Turquía. La burocracia, lejos de silenciar a la Oposición, no pudo impedir que Trotsky traspasara con sus críticas las fronteras, con relación tanto a la “teoría” de Stalin del “socialismo en un solo país” como a las lecciones de los acontecimientos principales del momento, como la huelga general inglesa de 1926 o la Revolución china de 1925-27, lecciones que le permitirían un año después generalizar para todos los países su teoría de la revolución permanente.

Con Stalin, el gran organizador de derrotas inauguramos y nos comprometemos en un nuevo proyecto editorial del CEIP “León Trotsky” y Ediciones IPS, que abarcará alrededor de 30 volúmenes de la obra de Trotsky, para reactualizar su legado para las nuevas (y “viejas”) generaciones.

PALABRAS PRELIMINARES / Esteban Volkov

PRESENTACIÓN / Gabriela Liszt

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Cuando el imperialismo es un asunto ajeno. Nuevamente sobre Razón y Revolución y Malvinas

Por Guillermo Crux

Hace algunos días debatíamos con Fabián Harari sobre Malvinas, a propósito del prólogo que escribió para un libro de Razón y Revolución sobre el tema. Cuando escribimos ese artículo, realmente nos costaba creer lo que estábamos leyendo. Los compañeros vienen ofuscados desde hace rato producto de su desorientación política, pero esa ofuscación parece que también ahora se está transformando en romper lisa y llanamente con el marxismo. Un nuevo artículo de Fabián Harari sobre Malvinas, publicado en el diario Tiempo Argentino, da oro paso más en esa dirección. Como ya respondimos in extenso sobre el tema, sólo vamos a agregar unas líneas.

 

El compañero toma dos ejes. En el primero, vuelve sobre la “cuestión nacional”. RyR vuelve a dejar en claro su novedad “teórica”, a saber, que el imperialismo no existe, con una sóla excepción muy puntual: “Por ejemplo, en este momento, Afganistán tiene una causa nacional muy concreta: el ejército estadounidense está ocupando dicho país y, por lo tanto, el conjunto de la vida social se ve alterada. Si Gran Bretaña invadiese Buenos Aires o alguna otra provincia, seguramente tendríamos una cuestión nacional a resolver.” ¿La única “alteración de la vida social” es una ocupación militar? Como ya dijimos antes, el siglo XIX se terminó hace rato, pero Harari sigue insistiendo en equiparar imperialismo con colonialismo. Dicho sea de paso, la ocupación militar de Afganistán tampoco es un caso típico de “colonialismo”, ya que este último suponía una serie de relaciones económicas, (precisamente, coloniales, esencialmente de exportación de materias primas) con la metrópoli que no se dan entre Afganistán y EE.UU, ya que la ocupación norteamericana obedece principalmente a motivos de poner un límite al surgimiento de potencias regionales que desestabilicen una zona rica en recursos energéticos y donde las clases dominantes locales buscan negociar en mejores condiciones la explotación de sus recursos.

Para RyR, como vimos antes, no hay una diferencia sustancial entre países como Argentina por un lado, y EE.UU o el Reino Unido por el otro, simplemente una diferencia cuantitativa (“economías de mayor o menor tamaño”), y por lo tanto, todos gozamos de una vida social “normal”. ¿Para RyR es “normal” que, desde un punto de vista puramente burgués, el presupuesto argentino se discuta verdaderamente no en el Congreso, sino en el FMI o el Club de París? ¿Es “normal” que los principales monopolios que dominan la economía mundial pertenezcan a un puñado de países, principalmente los agrupados en el llamado “G7”?  ¿Es “normal” que estos países compartan la apropiación de gran parte de los recursos generados en Argentina y otros países similares, ya sea a través de la explotación directa que realizan las empresas multi y transnacionales o por medio de mecanismos como la deuda externa o la imposición de reglas comerciales que benefician sus intereses? Es “normal” que Argentina sea el único país del mundo que entregó directamente su petróleo, ¡oh casualidad! en los ’90 tras la derrota en la guerra de Malvinas? La burguesía nativa ya ha mostrado con creces en toda su historia su carácter “anti-nacional”, pero estas “normalidades” son propias de países semicoloniales como el nuestro, y una total ”anormalidad” en las potencias imperialistas.

Su segundo eje, que es el que más nos importa aquí en esta segunda nota es “Más allá de si es una causa nacional o no, ¿de quién son las Malvinas?” Esta pregunta retórica, a la manera de Harari, es respondida con absoluta candidez: “Como vemos, el reclamo por las Malvinas es algo ridículo: no son argentinas, son de los isleños.” Harari transforma una situación de enclave colonial en un cuento de hadas, más o menos como hizo Fox en 1997 cuando transformó a la familia imperial rusa de Nicolás II “El Sangriento”, en una encantadora fábula para niños.

Los isleños tienen el estándar de vida más alto de Sudamérica, con un PBI per cápita que es el triple de la Argentina. Esto se debe a la explotación de los recursos naturales de las islas y a una política consciente de Gran Bretaña de mantener cooptada una pequeñísima población de enclave (3.000 personas), gran parte de la cual es personal militar, que le permite sostener el “derecho de autodeterminación de los isleños” que, lógicamente, es seguir siendo parte del imperio británico. Desde este punto de vista, hay una similitud con la población de colonos judíos furiosamente anti-palestinos que ocupan los territorios arrancados a sus antiguos dueños. Mantener conforme una pequeña élite, que vive de las migajas de la explotación imperialista, proporciona un argumento “social” para el objetivo imperialista de mantener un punto de importancia geoestratégica que, además le permite proyectarse sobre el territorio antártico.

De “las Malvinas son de los isleños”, por arte de magia Harari salta a esta reflexión:“¿de quién es la Argentina? La respuesta parece fácil: “De los argentinos.” Pues bien, eso no es cierto. El país no nos pertenece a todos, le pertenece a una clase social. La clase que es dueña de los campos, de las fábricas, de las casas, de nuestro tiempo libre, la que tiene en su poder todo lo que necesitamos para vivir, la que come bien y elige su futuro, la que tiene a la justicia en sus manos, la que tiene siempre las puertas abiertas de los despachos, la que nunca va a conocer una cárcel o las miserias de un hospital público. A esta gente pertenece la Argentina. Ellos son los soberanos. El resto no. El resto no es dueño de nada, o de casi nada.” Ahora, cada vez con más asombro, nos seguimos preguntando: si los isleños viven tan bien que para Harari pareciera que viven en el socialismo, ya que “las islas son de ellos”, ¿qué es lo que hace que la Argentina “no sea nuestra”? ¿La palabra imperialismo no tendrá algo que ver en todo este embrollo?

Ahora bien, si tomamos este criterio jurídico (sumamente superficial, como vimos), las Malvinas son tan argentinas como lo es Uruguay”. Efectivamente, todo el punto de vista de RyR sobre este importante problema es sumamente superficial. Ahora, si volvemos al marxismo, a nadie se le puede ocurrir comparar a un país semicolonial como Uruguay con un enclave imperialista como Malvinas. Como revolucionarios internacionalistas, no nos atañe que una semicolonia como Uruguay se haya escindido de otra semicolonia como Argentina. Los revolucionarios luchamos por una federación de repúblicas socialistas de Latinoamérica, que verdaderamente haga realidad la “unidad latinoamericana”, que las burguesías nativas semicoloniales balcanizaron, y que sólo se podrá lograr por medio de la unidad de la clase obrera en el poder con sus aliados en sectores de la pequeñoburguesía urbana y rural, como una posición conquistada como parte de la lucha del proletariado de los países imperialistas por acabar con el capitalismo. Pero, como vemos, RyR no se ubica desde el marxismo sino desde un punto de vista provinciano. “Todo está normal”. Olvidémonos del imperialismo, o, como dicen algunos políticos burgueses “dejémosle de echar la culpa a los de afuera”. Para RyR, así como nos deberíamos olvidar de Malvinas, entonces deberíamos olvidarnos de luchar por la expulsión del imperialismo de América Latina.

Harari se pregunta qué traba en el camino a la revolución implica no poseer ese pequeño archipiélago tosco y frío perdido en los mares del sur. Respondemos, el problema de las islas en sí mismas es secundario. El problema de fondo es prepararse para luchar contra el imperialismo. Argentina es un país donde el capitalismo se desarrolló implantado desde un comienzo desde la vieja metrópoli española, liquidando completamente las relaciones sociales de producción previas que existían en distintas zonas del territorio. No subsisten “relaciones feudales” que una revolución burguesa tenga que destruir, según el modelo “clásico”. Pero la concentración de la propiedad de la tierra y de la producción en manos de capitales imperialistas liga íntimamente, en una forma particular en nuestro caso, las tareas anti-imperialistas (tradicionalmente burguesas) con las tareas socialistas. Las posiciones políticas y militares del imperialismo son una “traba” no ya para la burguesía (anti) nacional, sino para la alianza revolucionaria de los trabajadores y el pueblo. Quien no quiera pensar en esto, so pretexto de que estamos hablando de un puñado de islas, entonces no quiere pensar en el problema del poder de los trabajadores, no quiere prepararse para la revolución.

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de nuestro amigo Marian Mancuso…

Carlos Fuentealba

MULTITUDINARIA MARCHA EN NEUQUÉN

A 5 años del fusilamiento público de nuestro compañero Carlos Fuentealba (LVO 469)

A 5 años del fusilamiento público de Carlos Fuentealba, el reclamo de cárcel a Sobisch y todos los responsables políticos sigue más vigente que nunca. La jornada comenzó temprano cuando más de 250 compañeros y compañeras viajamos a Arroyito, a unos 40 km de la ciudad de Neuquén, lugar donde hace 5 años se efectuó la brutal represión del gobierno del MPN que terminó con la vida de nuestro compañero. Convocado por seccionales y agrupaciones opositoras a la conducción provincial K de Aten, se desarrolló un importante acto donde tomaron la palabra Daniel Huth de Aten Capital, Verónica Palavecino de Aten Senillosa, Omar Villablanca, Secretario General del Sindicato Ceramista y Alejandro López, diputado provincial del Frente de Izquierda. En un marco de mucha emotividad y simbolismo culminó el acto con una intervención artística sobre la ruta.

Cerca de las 11 de la mañana, más de 50 autos nos trasladamos en caravana hacia Neuquén para participar de la marcha convocada al mediodía, en el marco de un paro provincial de la CTA que tuvo un altísimo acatamiento, especialmente entre los/as trabajadores/as de la educación. Como nos tiene acostumbrados/as la CTERA, el necesario paro nacional que fortalezca el reclamo de cárcel a Sobisch, brilló por su ausencia.

En horas del mediodía, más de 10.000 trabajadores y trabajadoras de la educación, estatales, ceramistas, trabajadores privados, las Madres de Plaza de Mayo Filial Neuquén y Alto Valle, representantes de partidos de izquierda nucleados en el Frente de Izquierda, entre otros, participamos de una gran manifestación que recorrió las calles neuquinas y culminó en Casa de Gobierno donde se realizó un acto. Allí los dirigentes de aten provincial no pudieron hacer uso de la palabra ante el enérgico repudio y rechazo de los compañeros/as de Aten.

En el marco de la exigencia de juicio y castigo a Jorge Sobisch denunciamos que la impunidad continúa de la mano del gobierno de Jorge Sapag. Cuando el gobierno provincial intenta aprobar en la Legislatura neuquina una reaccionaria Ley que tiende a privatizar la educación y a crear una educación para ricos y otra para pobres, apoyada por la conducción provincial K de Aten, esta multitudinaria marcha fortalece la lucha de los/as trabajadores/as en defensa de la educación pública, por la democracia sindical en nuestro sindicato y por juicio y castigo a todos los responsables políticos del fusilamiento de Carlos.

- Abajo las leyes K de educación privatistas
- No al proyecto de Ley Provincial de Educación
- Revocatoria de mandato a la Comisión Directiva de Aten Provincial
- Cárcel a Sobisch y a todos los responsables políticos del fusilamiento de Carlos Fuentealba
- Carlos Fuentealba ¡PRESENTE!

Agrupación NEGRA de Aten – Corriente Nacional Nuestra Lucha

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MALVINAS Y LA CUESTIÓN NACIONAL. UN “MARXISMO” LIBERAL. POLÉMICA CON RAZÓN Y REVOLUCIÓN

Por Guillermo Crux

Toda la humanidad actual, desde los obreros británicos a los nómades etíopes, vive atada al yugo del imperia­lismo. No hay que olvidarlo ni un solo minuto. (…) Algunos países son los conductores del imperialismo, otros sus víctimas. Esta es la línea divisoria fundamental de los estados y naciones modernos. Desde esta perspectiva, y solamente desde ella, hay que considerar el problema tan complejo de fascismo y democracia (…) tampoco podemos hablar del fascismo “en general”. En Alemania, Italia y Japón el fascismo y el militarismo son las armas de un impe­rialismo ambicioso, hambriento y por lo tanto agresivo. En los países latinoamericanos el fascismo es la expre­sión de la dependencia más servil del imperialismo extranjero. Tenemos que ser capaces de descubrir, bajo la forma política, el contenido económico y social.

León Trotsky [1]

Razón y Revolución (RyR) está por publicar un libro sobre la guerra de Malvinas, de la cual está por cumplirse su 30 aniversario, llamado La izquierda y la guerra de Malvinas, que consiste de tres artículos publicados en distintos momentos sobre el tema, de Adolfo Gilly, Alan Woods y Alberto Bonnet, respectivamente, con un prólogo de Fabián Harari. De los cuatro, sólo este último pertenece al colectivo que publica RyR. Sin embargo, lo que une a los tres artículos con el prólogo de RyR, es una postura crítica hacia la actuación de la izquierda argentina durante la guerra, particularmente de las organizaciones que en ese entonces hablaban en nombre del trotskismo, como la corriente de Nahuel Moreno, el Partido Socialista de los Trabajadores (PST); y Política Obrera (PO), que más adelante, en ese mismo año de 1982, adoptaron el nombre de Movimiento al Socialismo (MAS) y Partido Obrero (PO), respectivamente. Pero la polémica también es con las organizaciones actuales que siguen reivindicando en general una postura determinada ante la guerra. A saber: que en un conflicto militar donde se enfrentan un bando semicolonial como Argentina, y una potencia imperialista como el Reino Unido, la posición de los revolucionarios debe ser ubicarse del bando militar de la nación semicolonial contra el imperialismo. Independientemente del régimen político de la primera, y sin darle ningún apoyo político al gobierno semicolonial, apuntando a transformar el conflicto en una verdadera guerra de liberación nacional contra el imperialismo. La conducción de la guerra por un gobierno como la dictadura genocida argentina, necesariamente está incapacitada para llevar esta guerra hasta el final. Una derrota del imperialismo inglés podría haber sido un gran factor revolucionario mundial, tras la debacle yanqui en Vietnam, y podría haber dificultado la ofensiva neoconservadora de los ’80.

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En este sentido, RyR también polemiza abiertamente contra nuestra organización, el PTS. Sin embargo, nuestro partido no existía en 1982 (fue fundado recién en 1988 de una ruptura de la corriente morenista, en ese momento el viejo MAS). Más aún, el PTS, desde sus primeros años, hace un ajuste de cuentas con la tradición morenista, con la cual rompemos, y a la que consideramos centrista, por no contar con una estrategia revolucionaria como la de los orígenes de la Cuarta Internacional, sino con una política errante que oscila entre posiciones reformistas y revolucionarias, y con una teoría revisionista como la de Moreno de la “revolución democrática”. Por poner algunos ejemplos, creemos que el morenismo no pasó la prueba de los ’70, y ya en el ’76 venía de hacer un “frente antigolpista” con los radicales y toda la oposición burguesa del Bloque de los 8, quienes por atrás estaban llamando a la puerta de los cuarteles. O, con la debacle de la dictadura tras la derrota de Malvinas, cuando el recién fundado MAS calificó de “triunfo de la revolución democrática” a la salida electoral para intentar salvar el vacío de poder por la crisis de la dictadura, pergeñada en acuerdo entre Bignone y la Multipartidaria. El balance crítico de la política centrista de las corrientes trotskistas, particularmente el morenismo en los ’70 y los ’80, debe servirnos para sacar lecciones por la positiva para tener una estrategia correcta y para construir una organización marxista revolucionaria que supere dialécticamente esa tradición. Asimismo, también hay que analizar los combates correctos dados por estas organizaciones, lo que llamamos “hilos de continuidad” con la tradición marxista clásica que recorre las cuatro internacionales desde mediados del siglo XIX hasta la Segunda Guerra Mundial. Por eso, nos parece que era acertado durante la guerra de Malvinas adoptar una política como la que RyR critica.

Como base de nuestra crítica, vamos a tomar tanto el prólogo de Fabián Harari al libro de RyR, Miseria del nacionalismo[2], como el artículo que el mismo autor publicó en la revista El Aromo n° 65, Un síntoma recurrente. ¿Es Malvinas una causa nacional?[3]

UNA CUESTIÓN NACIONAL Y UN IMPERIALISMO QUE NO EXISTEN… O LA VUELTA A UN “MARXISMO” LIBERAL.

El centro de la argumentación de Harari y RyR es que en la Argentina la revolución obrera no tiene tareas democrático-burguesas que cumplir, es decir, no hay “cuestión nacional”, debido a nuestro país no sería una semicolonia. RyR da una definición de la cuestión nacional que necesariamente los debería llevar a concluir que la revolución no tiene tareas democrático-burguesas que cumplir prácticamente en ningún lugar del planeta. Al mismo tiempo, íntimamente ligado a esto, los compañeros sugieren una definición del concepto de imperialismo opuesta a la del marxismo clásico, por lo cual entonces no tendría ningún sentido hablar hoy en día de imperialismo y países semicoloniales, remplazando esta relación por el concepto vulgar, tomado de los economistas liberales, de “naciones con economías de mayor tamaño y naciones con economía de menor tamaño”.

Para hacer encajar mejor su argumento, Harari no tiene mejor recurso que mentir, y hacer una amalgama de las posturas de la izquierda, particularmente de la corriente morenista, el PST, haciéndola quedar como sostén de los militares. Pero vamos al nudo principal de su argumentación.

EXISTE ALGO LLAMADO IMPERIALISMO. Y CÓMO SI SE ES MARXISTA Y SE OPINA QUE NO EXISTE SE PUEDEN LLEGAR A DECIR COSAS MUY PARECIDAS A SARLO, LANATA Y CAPARRÓS…

Dice Harari: “Evidentemente, hay algo en el programa de la izquierda argentina que no está bien. El nacionalismo se expresa, en cada uno de hechos de esta característica, en síntomas recurrentes. Hay un problema que excede la apreciación coyuntural sobre la guerra. Un problema que se encuentra en la mirada con que se examinó el conflicto. Un aspecto del programa que arrastra a sucesivos errores: la cuestión nacional. La izquierda, en su conjunto, sostiene que la Argentina no ha completado sus tareas nacionales y, entre los obstáculos para alcanzarlas, se halla la opresión del imperialismo (norteamericano, pero también inglés, francés y japonés, que conforman un bloque).” Harari nos dice que la “cuestión nacional”, o las tareas democrático-burguesas de la revolución son: “la constitución de un Estado nacional, la hegemonía burguesa y la unificación económica y mercantil en una economía plenamente capitalista. Nada más.” ¿Nada más? No, mucho más. La definición de “revolución” burguesa que da RyR no es marxista, sino que es el objetivo limitado de los movimientos nacionalistas burgueses de los países que llegaron demasiado tarde a la escena histórica, que son timoratos, y que no aspiran a nada más radical, por temor a que las masas los pasen por encima, y que están muy por detrás, comparados con la gran transformación social que implicaron las revoluciones burguesas tempranas clásicas, como la francesa. Los marxistas siempre estimaron las tareas de la revolución burguesa según esta última, como tareas radicales, que requiere, para el pleno desarrollo del capitalismo en el campo, la eliminación de los resabios pre-capitalistas, los privilegios, el desarrollo industrial, la plena independencia no sólo formal (como un estado sólo formalmente independiente, como las ex-colonias latinoamericanas) sino real de todos los lazos económicos y políticos que ponían trabas al desarrollo económico independiente de la nación. Por eso, los marxistas de los países atrasados, nunca consideraron las tareas de la revolución burguesa según el criterio limitado de cuán lejos podían llegar a ir las burguesías locales, débiles, timoratas, en su enfrentamiento con el Antiguo Régimen.

Hay que hacer notar que Lenin y los bolcheviques no diferían con los mencheviques en cuanto al contenido social de la revolución rusa (ambas fracciones opinaban que iba a ser burguesa), sino en cuanto a qué clase la iba a dirigir: si la burguesía rusa (los mencheviques), imponiendo sus objetivos de reformas limitadísimas, pactando con el zarismo un lugar en el estado semifeudal ruso, o la clase obrera en alianza con los campesinos (los bolcheviques), llevando adelante las tareas burguesas radicales de una clase social que nunca tuvo la fuerza ni la voluntad para realizarlas, destruyendo el estado zarista y llevando adelante la revolución agraria y desarrollando las fuerzas productivas rusas para fortalecer a la clase obrera y ser la antesala de la revolución obrera y socialista en Europa Occidental. En la cita de Harari del “nada más”, que ponemos más arriba, donde define qué es la revolución burguesa, éste intenta apoyarse en una definición de Lenin. Pero allí el revolucionario ruso no está hablando de la revolución burguesa, sino que está definiendo qué es la autodeterminación nacional de los numerosos pueblos que conformaban el imperio zarista y que muchas veces, aún incluso siendo más adelantados económicamente que la metrópoli, no se habían podido conformar como estados burgueses separados y formalmente independientes. En ese mismo trabajo, más adelante, Lenin diferencia reiteradamente autodeterminación nacional de revolución burguesa[4]

RyR, al calificar de “revolución burguesa” a la independencia formal de la nación, le está haciendo una gran claudicación teórica a las burguesías latinoamericanas. Esto puede entenderse en un manual para chicos de la escuela primaria, como cuando nos enseñaron desde pequeños que nuestros “próceres” lucharon por la “igualdad, la libertad y la fraternidad”, pero no en historiadores serios y que encima se consideran marxistas.  Por eso, embelleciendo a la burguesía argentina, nos dice que nuestro país “logró completar su revolución burguesa en el período que media entre 1860 y 1880”. En esto, no obstante, difiere con su compañero Eduardo Sartelli, quien en 2007 nos decía, más apegado aún a la letra de los manuales escolares, que la Revolución de Mayo [de 1810]barrió con todas las rémoras existentes, no hay tareas ‘democráticas’ pendientes[5]

Volviendo. Como decíamos al comienzo, RyR sugiere que imperialismo es igual a colonialismo. Si no hay una relación colonial, entonces entre el Reino Unido y Argentina no hay opresión imperialista del primero sobre la segunda. Pero eso no es sólo en Argentina, sino que la mayor parte del planeta está formada por estados formalmente independientes. Entonces, cuando RyR habla de imperialismo (si es que habla de ello) ¿de qué está hablando?

RyR tiene el mérito de publicar y difundir obras de los marxistas clásicos. Pero también publican trabajos propios, en los cuales uno tiene la sensación de que no leen a los autores que publican. Lenin, por ejemplo. El revolucionario ruso planteaba que lo característico del imperialismo como nueva fase del capitalismo es que representa la dominación del capital financiero, como fusión del capital industrial y bancario. Que esto implicaba que, al revés de las viejas relaciones de los imperios coloniales como la decadente Inglaterra, la clave es cada vez menos el dominio político directo, colonial, del mundo subdesarrollado, desde el cual Inglaterra como potencia imperial hegemónica se abastecía de materias primas para la industria británica, para luego exportar sus productos a todo el mundo. Que la clave del imperialismo no es la exportación de mercancías del centro a la periferia, sino la exportación de capitales en esa misma dirección, desarrollando a su manera el capitalismo en los sectores atrasados, pre-capitalistas, y que para esto no hace falta el dominio político directo característico de las colonias, sino que lo que introduce a gran escala el imperialismo, que la potencia en ese entonces emergente que era EE.UU representaba mejor que nadie, es que se trata de un imperio sin colonias, con estados formalmente independientes, pero donde todo el mundo se va volviendo una gran colonia económica del imperialismo dominante. RyR no tiene en cuenta esta caracterización elemental del imperialismo para un marxista, y sólo así puede negar la semicolonialidad de Argentina, y de hecho negar la existencia del imperialismo.

Tratando de evitar de todas las formas posibles usar el marxismo, y los términos imperialismo y semicolonia,  apelando a conceptos periodísticos vulgares, Harari llega a decir que “La afirmación que en cualquier guerra que enfrente a una nación con una economía de mayor tamaño contra una de menor, hay que apoyar a esta última, olvida(…) la primacía del antagonismo de clase por sobre el nacional”. Les tenemos que decir a los compañeros de RyR que, si van a usar este tipo de caracterizaciones no marxistas, entonces tendrían que decir que, por ejemplo, Brasil, que es la octava economía del mundo, no representa un tipo de país cualitativamente muy distinto que Inglaterra. Lo mismo podrían decir de otros países como China o la India. Luego Harari nos quiere comparar con Lenin y los bolcheviques. Según él, estos últimos ya tuvieron su “Guerra de Malvinas” en 1904-1905, y su propio Galtieri, el zar Nicolás II… Y, como los bolcheviques, a diferencia de nosotros, no eran nacionalistas, por eso no se alinearon en el campo militar ruso. Por eso dice que olvidamos “incluso la propia historia bolchevique (…). En la Guerra Ruso-Japonesa de 1904, el partido bolchevique se opuso a apoyar el combate del país “semicolonial” (Rusia) contra el “imperialismo” japonés y llamó al derrotismo. La derrota militar del ejército ruso abrió un proceso revolucionario.”Sin embargo, el mismísimo Alan Woods, de quien los compañeros publican un artículo sobre Malvinas que ellos reivindican, se encarga de desmentir esta pretendida analogía histórica de RyR en su libro sobre la historia del partido bolchevique, donde dice que en la guerra ruso-japonesa Lenin no se ubicó en el bando militar del zarismo[6], no en nombre de un “anti-nacionalismo” abstracto de un país semicolonial, sino porque, por el contrario, “la Rusia zarista, a pesar de su carácter atrasado y semi feudal, y su dependencia del capital occidental, era una de las principales naciones imperialistas al comienzo del siglo XX. Junto con las otras potencias imperialistas, Gran Bretaña, Francia y Alemania, la Rusia zarista participó en el reparto del mundo en colonias y esferas de influencia. Polonia, los Estados Bálticos, Finlandia, el Cáucaso, los territorios de Extremo Oriente y Asia Central eran, en la práctica, colonias zaristas. Pero las ambiciones territoriales del zarismo eran insaciables”[7] [8] Extraña “semicolonia” era el zarismo.

UNA AMALGAMA HISTÓRICA

Harari empieza diciendo, en El Aromo: “La izquierda no pudo hacer frente al nacionalismo y terminó apoyando esta aventura burguesa, aunque ese acompañamiento haya sido camuflado bajo críticas a Galtieri.” Y bajo el subtítulo de “Galtieri, el camarada”, dice: “El PST fue dentro del trotskismo quien mayor apoyo brindó a la dictadura en su contienda. Puede decirse que fue, en términos nacionalistas, el más consecuente. Para justificar su posición, apeló a una cita en que Trotsky llama a defender al Brasil “fascista” de Vargas contra Inglaterra[9]. Que haya calificado así al Estado Novo muestra el grado de desconocimiento que el creador del Ejército Rojo tenía de la realidad latinoamericana. Trotsky allí brega por el desarrollo en los países oprimidos de la conciencia “nacional y democrática” lo cual es apoyar, hoy en día, a los Kirchner y en el 1982, a Alfonsín. Asimismo, contrariamente a lo que señaló el dirigente bolchevique, la victoria de un fascista en Brasil no favorecería a la clase obrera, sino al régimen fascista en cuestión. En cualquier caso, la cita llama a apoyar al nacionalismo de algunos países, cualquiera sea su régimen y gobierno, frente a otros más poderosos, lo que es una concesión gratuita e innecesaria a las burguesías de estos países. (…) Para Moreno, la Junta Militar se habría puesto a la cabeza de un movimiento revolucionario y nuestro Lenin no era otro que Galtieri (que tal vez bebía para eludir su destino)”

Cualquier persona que no analice los hechos con la ligereza y la desfachatez que caracteriza el artículo de Harari, verá que el morenismo en ningún momento apoyó a la dictadura militar, ni mucho menos llegó a ver en Galtieri un dirigente antiimperialista.[10] RyR, en su rotunda negación del imperialismo, lo equipara a un nacionalismo simplón, y le hace un enorme favor al gobierno, diciendo que ser antiimperialista hoy es ser kirchnerista. Como señalaba Trotsky, la falta de “conciencia nacional”, es decir, la falta de conciencia de la opresión imperialista en un país sometido, es un indicio de un gran atraso político[11]. Un gran ejemplo de ese atraso es la propia Argentina durante los ’80 y los ’90 (comparada con la de los ’60 y ’70, donde el antiimperialismo era de masas), debido a que la derrota de Malvinas dejó internalizado en el inconsciente colectivo que el imperialismo es invencible, y que no hay otro horizonte posible que una democracia burguesa semicolonial cada vez más degradada. En ese clima de época, la izquierda revolucionaria que hablaba del imperialismo era considerada casi lunática o trasnochada. También lo podemos ver hoy en las movilizaciones en Egipto y otros países de Medio Oriente envueltos en la “Primavera Árabe”, donde las masas han llegado incluso a derribar dictaduras pro-imperialistas, pero tienen aún ilusiones en la “democracia” occidental.

¿UBICARSE EN EL BANDO MILITAR ARGENTINO EQUIVALÍA A DARLE APOYO POLÍTICO A LA DICTADURA? LO LABERÍNTICO DE LA POLÍTICA Y LAS EXTRAÑAS “CONVERGENCIAS POLÍTICAS”

Según los compañeros, Trotsky y quienes nos ubicábamos en el bando militar argentino en 1982, llamábamos “a apoyar al nacionalismo de algunos países, cualquiera sea su régimen y gobierno, frente a otros más poderosos, lo que es una concesión gratuita e innecesaria a las burguesías de estos países,” ¿Qué otra cosa podría significar una confluencia de intereses entre revolucionarios y contrarrevolucionarios? Los dos artículos en cuestión están recorridos de principio a fin por formas de razonar de este tipo. Pareciera que el estalinismo criollo, con su apoyo a la dictadura de Videla, al fin se puede reconciliar con el trotskismo, ya que entonces todos tendríamos ropa sucia en el placard.

RyR se abraza a una norma abstracta, donde lo único que cuenta son las intenciones de las burguesías nacionales y sus gobiernos. Pero la realidad de la lucha de clases es mucho más laberíntica.

Por ejemplo, a comienzos de 1917, tras la revolución de Febrero, hubo una convergencia de intereses entre Lenin y el imperialismo alemán. Para ser más claros: el gobierno imperialista del Kaiser alemán le da a Lenin un tren, custodiado y secreto, para que el revolucionario pudiera llegar sano, salvo y a tiempo a Rusia.[12] ¿Qué pasó aquí? ¿El Kaiser alemán se volvió un partidario de la revolución socialista? A nadie se le ocurrió en ese momento pensar semejante cosa. Entonces, alguien con la lógica de Harari en ese momento hubiera dicho: sí, no queda otra, Lenin en los hechos colabora con Alemania, y, “aunque ese acompañamiento haya sido camuflado bajo críticas” al Kaiser, lo concreto es que Lenin y los alemanes colaboraban. Esta sería la lógica de RyR aplicada a este caso en particular. En Rusia en ese momento hubo gente que, justamente por eso, acusó a Lenin de agente alemán hasta el mismo día que los bolcheviques tomaron el poder (y después también, sobre todo cuando el gobierno soviético firmó la paz de Brest-Litovsk con Alemania). Para el Kaiser lo que importaba de la política de Lenin, era el hecho de que éste último era partidario de que Rusia abandonara la guerra. En un momento en que las tropas alemanas ya estaban perdiendo la guerra y, exhaustas, tenían que pelear en dos frentes, al Kaiser le convenía cerrar el frente oriental, y sólo en esa medida práctica de gran importancia para Alemania coincidía con Lenin, con lo cual el hecho de que éste último fuera un revolucionario incorruptible y no un político “comprable” pasaba a segundo plano.

En la década del ’30, en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Trotsky consideraba que ésta no sólo abarcaría conflictos interimperialistas, sino que también entrarían a tallar las luchas de liberación nacional de pueblos coloniales dependientes, en mucho mayor medida, de los imperialistas “democráticos”. Trotsky consideraba estas como guerras justas. Y pensaba en la posibilidad de que, en medio de una huelga general en un país fascista, el gobierno de ese país tuviera la intención de enviarle armamento a un movimiento de liberación nacional de una colonia de un país “democrático”. ¿Qué deberían hacer los revolucionarios? ¿Deberían decir que un gobierno fascista no puede querer liberar al pueblo de un país colonial y entonces debían oponerse al envío del armamento, o, como indicaba Trotsky, los obreros portuarios deberían permitir que el barco con el armamento pudiera partir y llegar a destino?[13] La “confluencia de intereses” entre fascistas y revolucionarios se daba únicamente en que ambos estaban interesados en armar a los movimientos de liberación nacional. En el caso de los fascistas, porque eso obligaría a las fuerzas armadas de los imperialismos democráticos a tener que abrir nuevos frentes de batalla y debilitarse frente al Eje, mientras que, para los revolucionarios de la Cuarta Internacional, la lucha por la liberación nacional era un apoyo fundamental en la tarea de “dar vuelta los fusiles” y transformar la guerra interimperialista en una guerra civil mundial con las burguesías de ambos bandos, para así terminar con todas las guerras.

¿Saben los compañeros de RyR que Lenin y Trotsky llegaron a hacer, antes del Tratado de Rapallo, un acuerdo de cooperación secreto con el ejército alemán que, derrotado en la Primera Guerra Mundial, bajo las cláusulas del Tratado de Versailles, estaba severamente limitado de actuar, y el gobierno revolucionario soviético le ofreció la posibilidad de seguir entrenándose en Rusia, a cambio de que los alemanes entrenaran al Ejército Rojo, que estaba desesperadamente escaso de cuadros militares?[14] Mientras el gobierno soviético tenía este acuerdo puntual y delimitado de “colaboración”, esto no ataba de manos en lo más mínimo a los comunistas alemanes para oponerse al gobierno de la República de Weimar en la perspectiva de derrocarlo e instaurar un gobierno obrero. Esto recién cambiaría con el surgimiento del estalinismo, cuando los partidos comunistas extranjeros se transformaron en simples correas de transmisión de Moscú y apoyaban a gobiernos burgueses aliados a la URSS. Esta “convergencia de intereses”, puntual y acotada, entre los bolcheviques bajo Lenin y Trotsky por un lado, y Alemania por el otro, ¿sería calificada de traición y apoyo al militarismo alemán por los compañeros de RyR?

EL LUGAR DE MALVINAS EN LAS TAREAS DEMOCRÁTICO-BURGUESAS DE LA REVOLUCIÓN

“Malvinas, más allá de la propiedad jurídica, no es una cuestión nacional: no se juega el destino de nuestra economía ni el futuro del proletariado en esas islas (…)¿cuál es el interés del proletariado argentino en las islas? ¿Cuál es el obstáculo que pone a la revolución socialista el dominio inglés en las Malvinas? Esas son las preguntas que la izquierda debe responder .” 

Pues bien, respondamos.

El principal obstáculo a la revolución socialista en Argentina es el imperialismo en general. Para RyR, no existe el imperialismo y Argentina no es semicolonia de nadie, EE.UU, Inglaterra, y otras “economías de mayor tamaño” por el estilo (o como enroscadamente quieran llamarlas para no decir la palabra imperialismo), ¿se van a cruzar de brazos? La guerra con el imperialismo en un principio va a ser por sus empresas, sus intereses económicos. Mientras apela a algún engendro político de discurso reformista para confundir a los trabajadores, el imperialismo con sus recursos va a ir armando bandas fascistas primero para aterrorizar a los trabajadores, y si esto no alcanza, apelará directamente a las fuerzas armadas y de seguridad, los trabajadores van a tener que tomar el poder para no repetir la experiencia del golpe de 1976. Parte de las tareas democráticas, “burguesas” de la revolución en la Argentina va a ser romper con el imperialismo, romper con los tratados y compromisos que nos unen a él, expropiar sus empresas, etc. El imperialismo tiene espacios conquistados en Latinoamérica. No sólo espacios políticos, a través de su alianza con las burguesías y gobiernos de la región, sino también militares. La recuperación de Malvinas, para nosotros, no pasa por un apego esencialista a la “argentinidad”, donde las islas serían una parte definitoria de la “patria”, al estilo de la ideología “volkista” que cimentaba al nacionalismo alemán (y que los conservadores católicos de las fuerzas armadas argentinas, tradicionalmente prusianistas, heredaron). De entre las tareas democráticas de la revolución obrera, la recuperación de Malvinas es un objetivo secundario, subordinado a nuestra estrategia de barrer al imperialismo de América Latina. Sólo vamos a poder recuperar las islas, y al mismo tiempo extender la revolución hacia América Latina, con un gobierno revolucionario de los trabajadores. Las Malvinas constituyen una base militar de la OTAN ubicado en un punto geoestratégico muy importante, y como tal es una amenaza para la revolución en todo el Cono Sur. Pero no es la única. También están las otras “Malvinas” que constituyen las bases militares norteamericanas desplegadas por América del Sur, el Plan Colombia, los convenios con la DEA y otras agencias de seguridad imperialistas. Si los trabajadores comienzan tomando el poder en Argentina, es muy probable que los estados capitalistas vecinos intenten aplastarlos, con lo cual va a haber que extender la revolución hacia el Cono Sur, y allí tomar las Malvinas, como posición del imperialismo británico que amenaza a la revolución en el continente.

No estamos por la recuperación de las Malvinas bajo acciones militares en cualquier momento y lugar, bajo cualquier dirección política y militar. Siguiendo el método de Marx, no estamos por entrar en combate en cualquier momento, sino sólo en la medida en que podamos elegir momento y lugar bajo las circunstancias más propicias para nosotros. Pero esto no siempre ocurre, y suele pasar que los acontecimientos nos obligan a tener que intervenir dando giros muy pronunciados en circunstancias completamente desfavorables, como las de 1982. En ese sentido, no apoyamos la medida de la invasión de las islas por Galtieri (el PST tampoco lo hizo[15]), porque la consideramos una aventura, sin ninguna preparación, y porque una medida así contra el imperialismo por parte de una dictadura pro-imperialista tenía pocas chances de triunfar. Una vez que la invasión argentina de las islas se dio, y con ella la posibilidad de la guerra con Inglaterra, aunque seguimos sin apoyar a esta medida aventurera, había que ajustar la política a esta nueva situación. Por más que los revolucionarios no apoyemos la medida, no se puede ser neutral, ni mucho menos derrotista[16], en una guerra de un país oprimido contra un opresor.[17] Para Lenin y la Internacional Comunista de los primeros años, la guerra era una institución más del capitalismo, donde hay que intervenir activamente, como las elecciones, las huelgas, etc. Consideraba que cuando una guerra es reaccionaria, la denuncia a la guerra y el llamado a la confraternización son correctos, pero insuficientes. Para Lenin, el pacifismo en una guerra imperialista era una oposición a la guerra puramente negativa, pasiva. Consideraba que los revolucionarios igualmente debían intervenir en los ejércitos, para combatir a la “paz civil” que caracteriza a la guerra. De esta forma, peleando por la base del ejército, estarían en mejores condiciones para dar vuelta los fusiles contra la burguesía. Además de esto, consideraba que el pacifismo, en el caso de una guerra de una nación oprimida contra un imperialismo, es absolutamente reaccionario, porque en los hechos deja actuar al belicismo de la nación imperialista. Por esta razón, muchos militantes que no habían sido movilizados con las tropas, sin apoyar la aventura de Galtieri, fueron a alistarse como voluntarios para combatir en Malvinas, entre ellos, incluso, compañeros que hoy militan en nuestra organización, el PTS. Al mismo tiempo, lo fundamental para luchar contra Inglaterra pasaba por “extender la guerra al continente”, es decir, expropiar las empresas inglesas (y también norteamericanas, que apoyaban a Thatcher), dejar de pagar la deuda externa, etc. Lenin no estaba por apoyar las guerras de liberación nacional para que las burguesías pudieran tener su propio estado. Para la Comintern de los primeros años, teniendo en cuenta que ya había pasado la época en que las burguesías nacionales podían librar en forma progresista una guerra de liberación, bajo el imperialismo, esta tarea burguesa, para las naciones todavía atrasadas y oprimidas se transformaba en una poderosa palanca para la revolución obrera.

***

Quienes deben plantear directamente la derrota de su propio país en la guerra, son los revolucionarios y los trabajadores del país imperialista agresor. Los marxistas revolucionarios ingleses debían ubicarse en el bando militar argentino, enfrentando el chovinismo, (incluso el de la burocracia del propio Partido Laborista inglés, que desde la oposición apoyaba a Thatcher en la guerra), tratando de movilizar y realizar acciones para dificultar y romper la maquinaria militar británica, en la perspectiva de su derrota. Lamentablemente, la mayoría de la izquierda inglesa apoyó directa o indirectamente a su propio imperialismo (incluso con los argumentos más ridículos, desde que supuestamente Argentina también era un país imperialista, entonces ambos bandos eran iguales) incluyendo las posiciones escandalosamente pro-imperialistas de la corriente de Alan Woods, entonces llamada The Militant[18], (de quien los compañeros de RyR publican sus posiciones elogiosamente) que no por nada desde hace muchas décadas está completamente integrada al laborismo inglés. Esta posición pro-imperialista tuvo pocas y honrosas excepciones entre algunos sectores de la extrema izquierda británica.

RyR considera que las tareas democrático burguesas están resueltas desde el siglo XIX en la medida en que la burguesía argentina pudo hacerse cargo del aparato estatal, previamente en manos de España. Para RyR, decir que Argentina es un país semicolonial, implicaría afirmar que la burguesía argentina no controla su propio estado, que este estaría en manos del imperialismo como antes lo estuvo en manos de la monarquía española. Lo cierto es que, aunque la burguesía argentina es dueña del aparato estatal, es un socio menor del imperialismo en la explotación del país. Por eso, al mismo tiempo también es una clase semi-oprimida. De este hecho, el estalinismo criollo en todas sus variantes y la izquierda peronista alrededor de Montoneros en los ’70, consideraba que esta situación de semi-opresión le daba a la burguesía local un carácter revolucionario. Para nosotros, por el contrario, esta semi-opresión hace que desde su nacimiento se caracterice por una debilidad y una cobardía que hace que no pueda ser ni la sombra de las burguesías de las revoluciones burguesas clásicas, y sus tareas quedan en mano de la clase obrera, enfrentando a su propia burguesía. No obstante, esta semi-opresión, está en la base de los episódicos roces, tensiones y conflictos, que pueden llevar a la guerra abierta, como en 1982, aunque esta incluso estuvo más cerca de una maniobra desgajada de la burocracia militar que en ese momento buscaba su propia preservación, más que una medida apoyada por la burguesía de conjunto.

EL IMPERIALISMO ES MÁS QUE LA OCUPACIÓN MILITAR.  

El origen del problema fue haber equiparado a la guerra de Malvinas con una “guerra nacional”. En está última, el territorio donde vive el conjunto de la población es invadido y ocupado por alguna potencia (Irak, Afganistán, Palestina) y, por lo tanto, la gran mayoría, con independencia del origen de clase, se dispone a la lucha armada contra el ocupante. Quien ha puesto más explícita y honestamente esta confusión es el PTS, quien comparó la guerra de Malvinas con la primera Guerra del Golfo (1991) y a Galtieri con Sadam Hussein. Efectivamente, el dictador irakí ocupó Kuwait en una medida distraccionista, pero las semejanzas con Malvinas terminaron en cuanto EE.UU. atacó a Irak. Allí sí, la clase obrera estaba obligada a intervenir, no a favor de Hussein, sino en defensa de sus condiciones de vida. No por la Nación en abstracto (o sea, la nación burguesa), sino por su propia clase.”[19]

A los efectos de una guerra entre el imperialismo y una nación oprimida, si el primero ocupa militarmente o no a la segunda, no cambia en lo esencial la política de los revolucionarios. En Argentina el imperialismo ya “ocupaba” el territorio argentino, ¡sobre todo a partir del golpe de estado de 1976! Fue el imperialismo el que dirigió directamente desde sus embajadas el golpe de Pinochet, luego el de Uruguay, y por fin el de Argentina, y quien puso a sus hombres, como José Alfredo Martínez de Hoz, como ministros. Fue el imperialismo el primero en montar campos de concentración en sus propias fábricas, como hizo Ford, donde iban a parar sus propios obreros. Aunque no llegó a ocupar militarmente el país (no hacía ninguna falta, estando para eso la dictadura argentina), el triunfo de Inglaterra logró fortalecer las posiciones del imperialismo. Es cierto, Inglaterra no pudo “cambiar a un fascista por otro”, como decía Trotsky, porque la dictadura venía en picada y enfrentando el descrédito y la resistencia obrera y popular desde comienzos de la década del ’80. Más aún, el imperialismo, por la debilidad estratégica en la que quedó tras la derrota de Vietnam, había cambiado de política, y ahora, en vez de la intervención y la ocupación militar extranjera directa, cambia a la de “contrarrevolución democrática”, que aquí se tradujo en tener que restaurar la democracia burguesa como única forma posible de poder llevar a cabo la ofensiva de Reagan y Thatcher (facilitada por la derrota argentina en Malvinas), haciendo pasar fuertes medidas tradicionalmente de “coerción”, acolchonadas, amortiguadas, con formas de “consenso”, basándose en la relación de fuerzas desfavorable para las masas fundada con el gran hecho “coercitivo” inicial de las derrotas de 1976 y 1982.[20]

CONCLUSIÓN

En estos días que se cumplen 30 años de la guerra de Malvinas, el kirchnerismo, tras recorrer un período de gran desgaste político en pocos meses, tras la ilusión del poder del 54 % de los votos, usa la disputa puramente para la tribuna sobre Malvinas para ganarse credenciales “a izquierda” que le son completamente ajenas. Frente a esto, un manifiesto de 17 intelectuales sale a denunciar esta manipulación, pero ubicándose a la derecha del gobierno en el discurso sobre Malvinas, denunciando todo tipo de “nacionalismo”, dando a entender que es lo mismo el reclamo antiimperialista de una nación oprimida que, por ejemplo, el nazismo alemán, y tomando como propio el discurso británico de “autodeterminación de los isleños” (que se autodeterminan día a día y eligen seguir siendo súbditos de la reina Isabel II). Es comprensible que Beatriz Sarlo o Jorge Lanata no vean o no quieran ver al imperialismo. Pero también hay voces que se consideran marxistas en el ámbito de la intelectualidad. Entre ellos, los compañeros de RyR, que comparten básicamente el mismo planteo de los 17 intelectuales liberales, pero, increíblemente, pretenden hacerlo “desde el marxismo”. Para RyR, parece que reconocer la existencia del imperialismo negaría la lucha de clases, como hacen corrientes como el maoísmo. Pretender “expurgar” de la estrategia revolucionaria la lucha antiimperialista (que para RyR es simplemente nacionalismo liso y llano), bajo el supuesto de que no hay nada por qué luchar porque la burguesía argentina sería una clase social muy revolucionaria que ya habría completado todas sus tareas democráticas hace entre 150 y 200 años, es un enorme retroceso político hacia el socialismo liberal del tipo de Juan B. Justo y el viejo PS. Las Malvinas son una posición geoestratégica ganada por el imperialismo, aunque tal vez su recuperación no sea una tarea de primer orden de entre las tareas antiimperialistas de la revolución. Por eso, no estamos por recuperarlas a cualquier costo a iniciativa de cualquier dirección política y militar. Sólo vamos a poder expulsar al imperialismo británico y recuperar las Malvinas con un gobierno de los trabajadores. No obstante esto, si está planteado un enfrentamiento militar entre el imperialismo y una nación oprimida hoy, bajo ingobierno capitalista, cualquiera sea su régimen, una derrota sin lucha, y una posición pacifista y claudicante de la izquierda como la que propone RyR es reaccionaria y es dejar hacer al imperialismo. Las batallas no dadas desmoralizan a las fuerzas de la clase obrera y atan con dobles cadenas al país oprimido, como ocurrió tras la derrota de 1982. Lenin no estaba por la creación de nuevos estados burgueses independientes como un objetivo en sí mismo. Para la Internacional Comunista, en sus primeros años, el apoyo a las luchas de liberación de los pueblos atrasados y oprimidos estaba relacionado con que hoy, tomadas por la clase obrera y por la defección de las burguesías nativas, las tareas democrático-burguesas se ligan inmediatamente con las tareas socialistas de la revolución obrera, y con la revolución en las metrópolis imperialistas.


[1] León Trotsky, Combatir al imperialismo para combatir al fascismo(1938)

[2] Disponible en la página web de Razón y Revolución http://www.razonyrevolucion.org

[3] El Aromo N°65, marzo 2012

[4] V. I. Lenin, El derecho de las naciones a la autodeterminación (1914), (“La burguesía plantea siempre en primer plano sus reivindicaciones nacionales. Y las plantea de un modo incondicional. El proletariado las subordina a los intereses de la lucha de clases. Teóricamente no puede garantizarse de antemano que la separación de una nación determinada o su igualdad de derechos con otra nación ponga término a la revolución democrática burguesa. Al proletariado le importa, en ambos casos, garantizar el desarrollo de su clase; a la burguesía le importa dificultar este desarrollo, supeditando las tareas de dicho desarrollo a las tareas de «su» nación.”)

[5] E. Sartelli, “El mejor libro de historia jamás escrito”, extractos de su prólogo a la edición de RyR a Historia de la Revolución Rusa de Trotsky, El Aromo n° 39, nov-dic 2007

[6] La posición de Lenin fue más compleja. El revolucionario ruso, y con él toda la Segunda Internacional de entonces, seguía aún atado al esquema de Marx y Engels del siglo XIX, época en la cual todavía había guerras nacionales de países adelantados que eran consideradas progresivas por los revolucionarios, en tanto luchaban contra la reacción feudal y para hacer avanzar la revolución democrático-burguesa en sus países, como el apoyo que dieron a Polonia contra el zarismo, o el apoyo a la unificación alemana. En este sentido, en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, Lenin se ubicó del bando militar de Japón contra la reacción feudal zarista, país al que consideraba como una nación emergente en términos similares a los de las naciones de Europa Oriental durante la “Primavera de los pueblos” en épocas de Marx. Cuando, con motivo de la Primera Guerra Mundial, Lenin teorice sobre el imperialismo, principalmente en su obra de 1916, llegará a la conclusión de que con la nueva época ya no hay más guerras nacionales progresivas por parte de países imperialistas (como Japón, por ejemplo). Sobre su posición en la guerra ruso-japonesa, ver: “La caída de Port Arthur” (14/1/1905) , “El capital europeo y la autocracia” (5/4/1905), “La debacle” (9/6/1905), todos ellos en el Tomo 9 de las Obras Completas de Lenin.

[7] Alan Woods, Bolchevismo. El camino a la revolución, Fund. F. Engels, Madrid, 2003, p. 192.

[8] O, como dice Lenin, que existían tres tipos distintos de países imperialistas, “entre ellos, un país, el más atrasado desde el punto de vista económico (Rusia), en el cual el imperialismo capitalista moderno se halla envuelto, por así decirlo, en una red particularmente densa de relaciones precapitalistas”. El imperialismo. Fase superior del capitalismo. Ed en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1975, pp. 102-103.

[9] La cita en cuestión del “ignorante” Trotsky de la que habla Harari dice: «…Fossa:¿Qué me puede decir sobre la lucha de liberación de los pueblos latinoamericanos y sus futuros problemas? ¿Cuál es su opinión sobre el aprismo?
Trotsky: No conozco suficientemente la situación de cada uno de los países latinoamericanos como para permitirme una respuesta concreta a las cuestiones que usted plantea. De todos modos me parece claro que las tareas internas de estos países no se pueden resolver sin una lucha revolucionaria simultánea contra el imperialismo. Los agentes de Estados Unidos, Inglaterra, Francia (Lewis, Jouhaux, Toledano, los stalinistas) tratan de sustituir la lucha contra el imperialismo por la lucha contra el fascismo. En el último congreso contra la guerra y el fascismo fuimos testigos de sus criminales esfuerzos en este sentido. En los países latinoamericanos los agentes del imperialismo “democrático” son especialmente peligrosos, pues tienen más posibilidades de engañar a las masas que los agentes descubiertos de los bandidos fascistas. Tomemos el ejemplo más simple y obvio. En Brasil reina actualmente un régimen semifascista al que cualquier revolucionario sólo puede considerar con odio. Supongamos, empero, que el día de mañana Inglaterra entra en un conflicto militar con Brasil. ¿De qué lado se ubicará la clase obrera en este conflicto? En este caso, yo personalmente estaría junto al Brasil “fascista” contra la “democrática” Gran Bretaña. ¿Por qué? Porque no se trataría de un conflicto entre la democracia y el fascismo. Si Inglaterra ganara, pondría a otro fascista en Río de Janeiro y ataría al Brasil con dobles cadenas. Si por el contrario saliera triunfante Brasil, la conciencia nacional y democrática de este país cobraría un poderoso impulso que llevaría al derrocamiento de la dictadura de Vargas. Al mismo tiempo, la derrota de Inglaterra asestaría un buen golpe al imperialismo británico y daría un impulso al movimiento revolucionario del proletariado inglés. Realmente, hay que ser muy cabeza hueca para reducir los antagonismos y conflictos militares mundiales a la lucha entre fascismo y democracia. ¡Hay que saber descubrir a todos los explotadores, esclavistas y ladrones bajo las máscaras con que se ocultan! En todos los países latinoamericanos los problemas de la revolución agraria están indisolublemente ligados a la lucha antimperialista…»La lucha antiimperialista es la clave de la liberación” , en León Trotsky, Escritos Latinoamericanos (3° ed. Corregida y aumentada), Buenos Aires, Ed. IPS-CEIP, 2007. Próximamente se publicará una 4° edición.

[10] Las posturas del PST y de PO también se pueden consultar en la web del CEIP, http://www.ceip.org.ar , en el Boletín Nº 1 (Abril 2003). Guerras de opresión, guerras de liberación. Parte 1”, bajo la sección “Boletines temáticos”. La posición del PST está en “La guerra de las Malvinas. En la primera fila del combate contra el imperialismo inglés” y la de PO en “Malvinas: para luchar contra el imperialismo, ningún apoyo a la dictadura

[11] Ver, por ejemplo, León Trotsky, “Sobre las tesis sudafricanas(1935),

[12] Karl Radek, dirigente bolchevique que viajó con Lenin en ese tren, cuenta en 1924: “Los alemanes esperaban que en Rusia los bolcheviques actuarían como opositores a la guerra y declararon su acuerdo con nuestras condiciones. Recomiendo a aquellos señores que todavía protestan escandalizados contra los bolcheviques alrededor de este asunto, que lean las memorias de Ludendorff, quien todavía se está rasgando las vestiduras porque finalmente ha comprendido que, al dejar pasar a los bolcheviques, no estaba prestando un servicio al imperialismo alemán, sino a la revolución mundial.Karl Radek,“Through Germany in the Sealed Coach(1924)

[13] “Supongamos que mañana estalla una rebelión en la colonia francesa de Argelia bajo la bandera de la independencia nacional y que el gobierno italiano, motivado por sus propios intereses imperialistas, se prepara para enviarle armas a los rebeldes. ¿Cuál debe ser la actitud de los obreros italianos en este caso? Intencionalmente he tomado un ejemplo de rebelión contra un imperialismo democrático con la intervención a favor de los rebeldes de un imperialismo fascista. ¿Deben los obreros italianos evitar el envío de armas a los argelinos? Dejemos que los ultraizquierdistas se atrevan a contestar afirmativamente esta pregunta. Cualquier revolucionario, junto con los obreros italianos y los rebeldes argelinos, repudiarían tal respuesta con indignación. Aunque al mismo tiempo estallase una huelga general marítima en la Italia fascista, los huelguistas deberían hacer una excepción en favor de aquellos barcos que llevasen ayuda a los esclavos coloniales en rebelión; de otra forma no serían sino viles sindicalistas, no revolucionarios proletarios (…) Sin embargo, ¿no significa este que los obreros italianos moderan su lucha, en este caso, contra el régimen fascista? Ni en lo más mínimo. El fascismo presta «ayuda» a los argelinos tan sólo para debilitar a su enemigo, Francia, y extender su mano rapaz sobre sus colonias. Los obreros revolucionarios italianos no olvidan esto en ningún momento. Hacen un llamado a los argelinos para que no confíen en su «aliado» traicionero y, al mismo tiempo continúan su propia lucha irreconciliable contra el fascismo, «el principal enemigo en su propio país». Sólo en esta forma pueden obtener la confianza de los rebeldes, ayudar a la rebelión y fortalecer su propia posición revolucionaria.León Trotsky, “Aprendan a pensar. Una sugerencia amistosa a ciertos ultraizquierdistas (1938)

[14] Isaac Deutscher, El profeta desarmado. Trotsky, 1921-1929.  Cap. 1, “El poder y el sueño” y Edward Hallet Carr, La revolución bolchevique, 1917-1923, Volumen 3, caps. 28 y 29.

[15] “Es por eso que no nos dejamos embaucar y bajo las formas de gobiernos y regímenes sabemos buscar el contenido de clase de esos fenómenos. Sin brindar el más mínimo apoyo político ni a la dictadura ni siquiera a esta medida antibritánica, que inevitablemente va a traicionar, en el conflicto militar entre el ”democrático” imperialismo inglés y el ultrarreaccionario gobierno de una nación oprimida, sin vacilar ni por un minuto, combatiremos y llamaremos a la clase obrera y los pueblos oprimidos de todo el mundo a combatir en el campo militar de la dictadura argentina.”  La guerra de Malvinas, en la primera fila de combate contra el imperialismo inglés, (1982) www.ceip.org.ar Boletín temático N° 1 (2003), Guerras de opresión, guerras de liberación, parte 1, Textos on-line. Negritas nuestras.

[16] Para no extendernos en la polémica, hay un trabajo muy desarrollado y específico sobre el significado de la fórmula de “derrotismo revolucionario” (En una guerra, la derrota militar de mi propio país imperialista es un mal menor, ya que hay que continuar la lucha de clases aún en tiempos de guerra), recomendamos leer el artículo de Jean-Paul Joubert,”El derrotismo revolucionario, en www.ceip.org.ar Boletín temático N° 1 (2003), Guerras de opresión, guerras de liberación, parte 1, selección de artículos de “Guerra y revolución”.

[17] Rudolf Klement, uno de los principales dirigentes trotskistas en la década del ’30, asesinado por el estalinismo en las vísperas de la fundación de la Cuarta Internacional, escribía: “Sólo cuando la lucha es imperialista en un solo bando, y es una guerra de liberación de naciones no imperialistas, o de un país socialista contra la amenaza de la opresión imperialista –o la opresión real- en el otro bando, así como en las guerras civiles entre las clases o entre la democracia y el fascismo; el proletariado internacional no puede y no debe aplicar la misma táctica hacia los dos bandos. Reconociendo el carácter progresivo de esta guerra de liberación, éste debe luchar decisivamente contra el enemigo principal, el imperialismo reaccionario (o bien contra el campo reaccionario, en el caso de una guerra civil), esto es, debe pelear por la victoria de los (política) o socialmente oprimidos, o que están a punto de ser oprimidos: la URSS, los países coloniales y semi-coloniales como Abisinia o China, o la España republicana, etc. Aquí también, no obstante, éste tiene viva conciencia de su oposición irreconciliable de clase hacia su “propia” burguesía -o su oposición política a la burocracia soviética- y no entrega sin resistencia ninguna de sus posiciones independientes. Como en los países imperialistas, éste pugna con todas sus fuerzas por la revolución social y la toma del poder, el establecimiento de su dictadura, sólo la cual, además, hace posible una victoria segura y duradera sobre los imperialistas. Pero en tales casos, éste no puede –y de hecho no busca- como en el campo imperialista, la victoria revolucionaria a costa de una derrota militar, sino más bien en la perspectiva de la victoria militar de su país.”, Principios y tácticas en la guerra” (1937), en León Trotsky y otros, Guerra y revolución. Una interpretación alternativa de la Segunda Guerra Mundial. Tomo 1, Ed. CEIP León Trotsky, Buenos Aires, 2004, pp.190-191.

[18] Ver, por ejemplo, la declaración de su principal dirigente, hoy fallecido, en 1982: Ted Grant, The Falklands Crisis – A Socialist Answer 

[19] Aquí Harari se refiere a un artículo reciente de nuestro periódico La Verdad Obrera, Ruth Werner, “La posición de los revolucionarios frente a la guerra de Malvinas

[20] Recomendamos, para profundizar en este tema, polemizando entre otras con la visión de la corriente morenista, Laura Lif y Juan Chingo, “Transiciones a la democracia. Un instrumento del imperialismo norteamericano para administrar el declive de su hegemonía”, Estrategia Internacional N° 16, 2000.

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Contra la persecución y el despido de delegados del Sindicato de Químicos en Gleba La Plata

(La Plata, 13-01) En el día de ayer se realizó un corte de ruta en las puertas de la fábrica de glifosato Gleba, ubicada en 520 y Ruta 36 del barrio de Melchor Romero de la ciudad de La Plata. De la acción participó una delegación del PTS junto a otras organizaciones políticas y estudiantiles.

Los trabajadores químicos exigen la reincorporación del secretario general del Sindicato de Químicos y Petroquímicos de La Plata, Ariel Valette, despedido de la fábrica Gleba el pasado 3 de enero por denunciar a la patronal y organizar a los trabajadores contra la situación de precarización y las altas condiciones de insalubridad a las que se ven sometidos diariamente.

La fábrica Gleba produce y comercializa productos para cultivos y jardín altamente tóxicos. Entre ellos el Glifosato, un herbicida desarrollado para la eliminación de hierbas y de arbustos que se utiliza en cantidad para preservar los cultivos de soja. Este veneno causa graves alteraciones en la piel y los pulmones de los trabajadores al mismo tiempo que contamina el medio ambiente y a la población, ya que la fábrica vuelca sus residuos a los arroyos de la zona.

Durante el período 2010-2011 la cosecha de soja batió records, transformando a la provincia de Buenos Aires en la primera productora del país, permitiéndole ganancias millonarias a los terratenientes, los dueños de los pooles de siembra y las empresas de químicos. Mientras el gobierno nacional y el provincial defienden los intereses agropecuarios junto con los de los empresarios de las grandes industrias, los trabajadores de la provincia sufren los contratos precarios, las malas condiciones de trabajo, las persecuciones y los despidos.

A nivel nacional el gobierno de CFK viene destacándose por los ataques en varias provincias a los trabajadores estatales. En santa Cruz se intentaron aplicar proyectos de ajuste durísimos contra estatales, municipales y jubilados quiénes, a pesar de la represión sufrida, lograron un primer triunfo que obligó al gobierno a postergar hasta marzo la aprobación de las medidas anti obreras de la «Ley de Emergencia».

En sintonía con el ataque a los estatales, el gobierno nacional y Macri llegaron a un acuerdo en Capital Federal para mantener las ganancias millonarias de la patronal de los Roggio (monopolio concesionario del Subte) a costa del bolsillo de millones de usuarios. Los trabajadores del Subte inmediatamente rechazaron el aumento del boleto, organizando asambleas para votar medidas de lucha, como la apertura de los molinetes hasta que se retroceda con el tarifazo. Ambos ejemplos de resistencia y organización son muestras del camino que los trabajadores tenemos que seguir para poder enfrentar los próximos ataques del gobierno nacional.

Desde el PTS venimos desarrollando una intensa campaña contra los procesamientos, desafueros, persecuciones y despidos que las patronales vienen llevando adelante contra el sindicalismo de base, al mismo tiempo que denunciamos el intento del gobierno de CFK de criminalizar las luchas por medio de la denominada «Ley Antiterrorista».

Partido de los Trabajadores Socialistas
en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores

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